sábado, 12 de diciembre de 2009

La luz y el dolor

Recuerdo dos ataques de dolor memorables.

Uno fue mi primera migraña. Tenía alrededor de 14 años, y estaba en Can Cun. ¿Cómo es posible que estando tan niño, sin preocupaciones, y en la playa (donde la vida es más sabrosa) ocurriera esto? Difícil de creer, ¿no? Después de un delicioso desayuno, decidí dedicar la mañana a manualidades varias (¡no sean cochinos de mente!). En el hotel tenían un lugarcillo donde pintabas cerámicas. Platones, gatos, tucanes, guacamayas, jarroncitos, de todo. Escojo un platón, soy hombre (entonces púber) de retos, y a darle que es mole de olla.

Habré empezado a las 11 de la mañana, y terminé alrededor de la hora de la comida. Fueron cuatro horas de estar pintando y fijando la mirada en un plato blanco con un sol cancuneño poderoso. ¿Saben cómo me levanté de ahí? No podía ni caminar, me iba cayendo del dolor literal. Llegué con mi madre en pleno llanto, y no entendía que había ocurrido, lo único que me quedaba claro es que no soportaba el dolor, y que quería arrancarme la cabeza. Afortunadamente, mi madre padece de migrañas (no que me dé gusto, ¿eh?) y llevaba con ella una pastilla mataelefantes marca Diablo. Me tomé dos, y a encerrarme en la recámara con todo apagado, cortinas corridas, y mi familia exiliada en la alberca para que no hubiera un solo ruidito. Mi madre se comportó a la altura, y permaneció conmigo haciendo caricias en las cejas para relajar el ceño por el dolor, y lograr que me durmiera.

No me dormí, ¡me morí! Resucité entrada la noche, y todo daba vueltas. Un grillo a la distancia lo escuchaba como si fueran cincuenta mil y estuvieran encima de mí con micrófonos en las patitas. El dolor de cabeza era descomunal, no hay otra palabra para describirlo. No podía siquiera abrir los ojos. Fue terrible. Todavía dos días después seguía como sacudido, y cualquier movimiento me provocaba un dolor de cabeza como propinado por un garrote.



El segundo estaba ya más entrado en años. El segundo semestre de mi carrera estaba por iniciar, y era el día de ingreso de horarios. Mi querida alma mater implementó ese semestre un cambio en el sistema de ingreso de horarios. Decían ellos tecnología de punta (triste, pero nunca le llegarán al Tecnológico de Monterrey en eso. ¡Ellos ya ingresaban horarios vía internet y nosotros casi a mano!) Como era de suponerse, se cayó el sistema. Miles de alumnos histéricos porque el tiempo pasaba y no podíamos hacer nada absolutamente. Radio pasillo estaba borboteando. Veías por doquier a los amigos llamando histéricos a sus amigos que estaban programados para ingresar horarios más tarde, informando de los acontecimientos. ¿Qué lograron? Qué toda la plantilla de alumnos estuviera horas antes en la universidad en pleno estado de caos. A todos nos preocupaba que se fueran cerrando los buenos grupos para conseguir el horario que queríamos, pero me pregunto ahora: ¿cómo se iban a cerrar los grupos cuando nadie podía meter sus horarios? Físicamente imposible, ¿verdad? Tonteras de la edad, nerviosismo colectivo y pánico total.

Pasaron las horas y todos seguíamos en la explanada tomando el sol mientras nos comíamos unos a otros las uñas. Y ahí, entre amigos, empiezo a ver mis mentadas lucecitas. Pensé un instante que era por el sol, pero una vez que me refugié en sombra (¡además me estaba derritiendo!) las luces siguieron.

Obviamente, comencé a preocuparme. Fui corriendo al servicio médico para sarandear a la adormilada enfermera cara de tlacoyo para que me diera alguna pastilla alta en cafeína. Claro, la sonsa esa me preguntaba y me preguntaba que cuáles eran mis síntomas, siguiendo asumo el protocolo internacional de cómo ser una enfermera inepta, a lo que le contestaba “Señorita (gran suspiro para calmar el dolor y la ira que iban ambas (dos) en ascenso), ¡créame que sé cómo es una migraña, las llevo sufriendo casi 10 años! Necesito que me dé una pastilla con mucha cafeína ya!” “Me estoy empezando a sentir muy mal y no puedo irme porque todavía no ingreso horarios!”

Ella permaneció en total calma (…yo digo que era estupidez aletargada…) y me dijo que me quedara un rato ahí recostado, y que se me pasaría pronto. Francamente, yo la quería asfixiar con el resorte de su tapabocas. “Respire joven, ¿sus amigos saben que está aquí para avisarle si le toca meter horarios?” “No, así que deme por favor algo para poder irme, ¡porque estoy seguro que ya me toca entrar!” Ahora que lo escribo, creo que ella contribuyó a que sucediera lo que a continuación relataré.

Finalmente el sistema fue reinstalado, y lentamente fuimos entrando los alumnos para hacer horarios. Para estos momentos, ya todos mis amigos sabían que me estaba sintiendo verdaderamente mal (ya no veía más lucecitas, ya era DOLOR INTENSO) y me preguntaban constantemente si necesitaba algo. Cuando me tocó entrar, mi mejor amigo (que hoy sigue siendo todavía mi mejor amigo después de 12 años) me dijo “mira Toño, mete de volada tu horario, y aquí te espero afuera para llevarte a tu casa.” (¿no se lo comen?)

Hasta la mujer que estaba en la computadora ingresando horarios cuando me vio entrar me dijo “¿Qué te pasa? ¡Te ves muy mal!” Como pude salí de ahí con mis horarios. No me importaba si estaban bien o no, yo quería irme ya de ahí. Se acerca mi amigo y me pregunta si estoy listo para irnos. Yo, Madre Teresa de los Santos Horarios, sinceramente le dije a mi amigo que se quedara, que podía manejar y que no quería que por mi culpa no llegara a tiempo para su trámite. Fue él de esos histéricos que llegó horas antes de su hora marcada porque fui yo quien le avisó que el sistema se había caído.

- NOTA DE AUTOR: En esos años, mi hermana estaba estudiando un año fuera de México, y estaba aquí por las fiestas navideñas que poco tenían de haber terminado. El día de mis horarios ya habíamos organizado una comida de despedida en un restaurant con toda mi familia. Esto no me preocupaba en lo más mínimo en la mañana, ya que tenía tiempo de sobra para llegar. Pero con el problema técnico, ya era casi la hora de vernos.

Salgo de la universidad sintiéndome muy, pero MUY mal ya. Tomo la brillante decisión de irme por el que creía ser el camino más rápido desde Santa Fe. Y Murphy, azotándose de la risa (espero desde el séptimo nivel del infierno, hasta mero abajo) me jugó chueco. Estaba esa calle atiborrada. Me encontré en el trayecto con mercados ambulantes, infinidad de microbuses, hasta con la salida de una escuela. Mi nivel de dolor y de intolerancia a la luz era tal que, junto a un alto grado de preocupación, empecé a respirar muy fuerte y a estresarme. Nunca en mi vida me había sentido así.

En el camino le llamé a mi madre para decirle que estaba muy retrasado, y que además tenía migraña. Le avisé que me iba directo a casa, y que los esperaba ahí cuando terminaran de comer. Sigo mi camino, y mi dolor no disminuía nada. Seguía respirando profundo y constante, tratando de calmarme. Faltaban escasos diez minutos para llegar cuando mis manos empiezan a engarrotarse, y un intenso dolor en los ojos y nauseas me envuelven por completo, junto con un estado total de pánico. Estaba seguro en ese momento que lo que sentía ya no era una migraña, que yo estaba equivocado, y que me estaba dando un infarto. El dolor de mis brazos aumentaba, y no podía ya respirar. Creía que me moría, no exagero.

Me fui el resto del camino pitando desesperadamente esperando la gente entendiera que era una emergencia. ¡Si claro, como somos bien cívicos en este país! Llegué como pude a mi casa, y estacionaba mi coche dentro del condominio a unos 40 metros de mi casa. Al abrir la puerta no pude siquiera caminar, y caí al piso ya llorando por dolor y por miedo. Me incorporé como pude, y eché a correr (seguramente caminaba, pero yo sentía que corría) Ni cerré la puerta del coche. Entrando a casa, tenía tanto asco, que llegué directamente al baño pensando que me iba a vomitar. Salió de mí un grito verdaderamente desgarrador “!Chaayooooooooooooooooooooooooooooo (la muchacha) háblale a mi mamá y dile que tiene que venir, yaaaaaaaaaaaa dile que me estoy muriendoooo!” En menos de 5 segundos (tomando en cuenta que mi casa tenía exactamente 51 escalones desde el cuarto de servicio hasta el estudio en planta baja) estaba Chayo abajo junto a mí llamando a mi madre, con una cara de preocupación como la que yo seguramente tenía.

¿Qué creen? Claro, lo evidente en estos momentos, no contestó el teléfono mi madre (como escena de película de terror que sabes que no debe abrir la puerta la dama en cuestión, y la abre para que le corten el cogote!). Le pido a Chayo llame a la Señora Estelita, vecina del condominio, que fue como mi segunda madre mientras crecía y que quise mucho (murió ya hace unos años). La escucho decir “Señora, soy Chayo la muchacha de la señora Matty. ¡Necesito vengan por favor, Toño se siente muy mal, dice que se está muriendo!”

En cosa de minutos estaba entrando al estudio Alejandra, hija de la señora en cuestión, y me pregunta qué pasaba, qué sentía. No podía dejar de llorar, y solo le decía “!Ale, creo que me estoy muriendo, no aguanto la cabeza, me duelen mucho los brazos y el pecho, y mira mis manos!” Mis manos en ese momento estaban totalmente engarrotadas, los dedos estaban chuecos, tiesos y se me cerraban hacia la palma, encimándose uno sobre el otro. Me pregunta si cree que pueda caminar al coche, y recargándome en ella, vamos de regreso a mi coche.

Mientras llegaba Alejandra llegó a la casa Javier, el chofer de mi padre a dejar unos papeles, y me vio llorando y tirado en el sofá con mi muchacha al lado. Lo ponen al tanto, y se ofrece a llevarnos al hospital.

Ya de camino al hospital, Alejandra iba en el asiento del copiloto tratando de comunicarse con mi madre, mientras Javier manejaba cual corredor de Fórmula 1. Sentada junto a mí estaba Estelita tratando de tranquilizarme, pidiéndome que le hablara, que tratara de respirar y de pensar en otra cosa. Escucho a Alejandra decir “Matty, soy Ale Lemus, vamos camino al Ángeles del Pedregal. Toño llegó muy mal, y no sabemos que tiene. No te asustes por favor (¿por qué dicen eso? Saben que es evidente que al decirlo te asustas…) No Matty, está consciente, sí… sí, muy bien… ¿te vemos allá? Muy bien Matty, no te asustes, estamos aquí con él. ¡Con cuidado!”.

Ya en Urgencias, me recibe un mocoso que prácticamente era de mi edad en ese momento (me acabo de sentir de 87 años quejándome de un doctor inexperto), y me meten en un privado. Recuerdo varias voces alrededor, entre ellas la de Alejandra mi vecina, que era interrogada por un médico. Me tranquilizaba saber que alguien conocido estaba ahí.

Empezaron a preguntarme los doctores muchas cosas, pero hablaban todos al mismo tiempo, y yo estaba tan aturdido, pero sobre todo tan asustado, que me costaba mucho entenderles. Finalmente se pusieron de acuerdo en quien iba a preguntarme, que supongo era el de más alto rango dentro de los escuincles de residencia que no estaban tomando el biberón. Yo seguía con los ojos cerrados porque no aguantaba la luz, y de haberlos abierto no habría visto nada con tanta lágrima.

Mientras preguntaban y yo contestaba como podía, sentía como me iban desvistiendo. Como somos los humanos, que dentro de lo que yo creía eran mis últimos minutos en este mundo, todavía tuve tiempo de preguntarme “¿qué calzones traigo puestos? Espero se me vean bien…” y me preocupaba si no me vería muy gordo. ¿Pueden creerlo? Sí, ya sé, no tengo remedio.

Sentí que una eternidad había pasado cuando a los lejos escucho llegar a mi madre. (al escribir esto acabo de sentir un nudo en la garganta llena de recuerdos) “Soy la madre de Antonio Alonso, ¿en dónde lo tienen? ¿Qué tiene? ¿Está bien?” Escucho al mocoso doctor decir sus primeras palabras “Por aquí, pase señora” (lástima que su madre se perdió tan bello momento) Siento la voz de mamá y como me agarra mi engarrotada mano, y me dice “hijo, ya estoy aquí ¿qué pasa?”

¿Qué pasa? Pues que me suelto a llorar de nuevo, pero ahora cual bebé de brazos. El sentir que estaba ahí mi madre me reconfortó y me relajó. Entre lágrimas le digo que me abrace. Ya abrazados le digo “!Mamá, no sé qué me pasa, pero creo que me voy a morir! ” Mi mamá me dice que mi presión está bien, pero que traigo el corazón muy acelerado, pero seguramente por el miedo. Siguen con el interrogatorio, y mi madre dice a los doctores que le llamé unas horas antes para decirle que tenía un ataque de migraña.

¿Cómo no dije eso recién me ingresaron? Comentan, me preguntan, comentan más, les informo de mi regreso en el coche, y de cómo venía respirando, y se hace un silencio. Un doctor se voltea hacia mí y concluye “Lo que pasó fue que tu cuadro de migraña fue tan agudo, y tu dolor era tal, que el cuerpo como respuesta automática empieza a tratar de relajarse respirando, y te hiperventilaste. En una hiperventilación severa las articulaciones se atrofian por el exceso de oxigenación. Por eso están así tus manos. Trata de respirar normalmente, baja tu ritmo. Te vamos a dar unos calmantes y medicinas para el dolor. No tuviste un infarto como decías. Vas a estar bien. Solo relájate. Vas a estar en observación unas horas y te podrás ir.”

Permanecí un par de horas más en el hospital. Me movieron a una cama solo dividida por cortinas y sin luz. Mi madre salió un momento, y regresó acompañada del resto de mi familia. Me contaron mis hermanos que cuando Alejandra llamó a mi madre, ella contestó el teléfono de lo más normal, pero inmediatamente le cambió la cara, dicen que se puso blanca, colgó y dijo “¡Me voy, pidan el coche. Toño va camino al hospital, y no sabe que tiene!” Se paró y no dijo nada más. Afortunadamente cuando entraron todos ya me habían puesto la mentada batita que nada más hace que te veas ridículo, porque no tapa nada. Yo seguía preocupado por mis calzones y mis lonjas, ¡ay no! Me dieron unos tapones para los oídos y pude dormir un poco antes de irme a casa.

Reconozco pasado el tiempo que fue un caso de migraña llevado al extremo por factores externos y estrés fuera de mi control en un inicio, pero pude haber controlado mejor las cosas. Pude haberme quedado en la universidad hasta que el dolor desapareciera, aceptado la ayuda de mi amigo para llevarme a casa, o no preocuparme por llegar a comer con mi familia. Probablemente no hubiera terminado tan afectado y sintiendo que iba a morir.

Y habría evitado la doble angustia de vivir el primer “Toño en chones” (marca registrada Eduardo Pulido, Chicago 1998) ( jajaja, ya luego contaré esa historia) y con batita de papel, consciente de estar desnudo en público, con lágrimas en los ojos y con manos engarrotadas.

Imagen para ser digno candidato para ingresar al psiquiátrico, ¿no creen?

Dolor de mis dolores

Traten de imaginar estos escenarios divertidos: que han comido un poco de peyote, que se han fumado un churrito de la buena, que están aprendiendo a fumar cigarritos, o que se han puesto una borrachera de campeonato. Todos ellos conocidos como alteradores de realidad.

Bajo todos esos escenarios tu realidad se puede ver distorsionada en mayor o menor medida. El peyote te lleva al infinito y más allá (Buzz Lightyear "Toy Story". No me vayan a demandar por plagio...). La motita (la hierba, no la goma de mascar) pues te pone riiiiiiiicoooooooooooooooo, relajadiiiiiiitoooooooooo, con sensibilidad y sentidos al tope, malviajados porque el tiempo ahora no pasa, y los minutos se sientes como horas, con hambre atroz y azotándote de la risa contra piso y paredes (claro, si el letargo no te ha dejado inmovilizado formando parte del capitonado del sillón). El cigarrito te marea y te sientes como raro, y como un adulto, porque ya eres “gente grande". Y el alcohol bueno, todos sabemos sus múltiples efectos, que van desde el compañerismo incondicional, el amor por el prójimo, el descubrimiento de nuevos familiares (...”¡eres mi hermano del alma!”...) el patinado de lengua, la euforia, la distorsión visual que te transporta a un mundo lleno de personas hermosas en donde los feos ya no existen más, el enojo sin sentido encaminado a partirte la crisma con la columna (o con algún otro borracho) o la conocida "coronación momentánea", ya que te acercas tanto al trono, y lo abrazas con tanto amor, que prácticamente lo hueles, y no quieres dejarlo ir.

Ahora imaginen que su realidad puede verse alterada de un momento a otro, en cosa de un segundo. Pero lo maravilloso es que no requiere de elementos externos. No tienes que comer, fumar o tomar nada. Es interno. No genera adicción. Todo está dentro de tí. ¡Oh, maravilla de maravillas! El sueño de muchos.

Tiene un abanico de alteraciones amplio. En la parte sensorial puedes: observar destellos de luz maravillosos, en los que cantidad de puntos de colores diversos se acercan y alejan en un baile silencioso. Puede además producir adormecimiento y agrandamiento de manos y pies. Sientes que tus manos crecen cual manoplas de beisbol (así se debe escribir en español), y las puntas de tus dedos sienten hasta el paso de un ligero viento. Se altera tu temperatura, donde escalofríos y bochornos aparecen sin más. Tu audición se vuelve loca, pudiendo dejar de escuchar de un lado, o de los dos, o escuchar de más. Es como si fueras de grabadora portátil de hace 25 años, que suena, luego no suena, luego suelta un agudo chillido, y luego muere. O bien como un surround sound de las mejores marcas.

Y en el ámbito mental/ funcional puedes: pensar claramente lo que quieres decir, pero lo que efectivamente sale de tu boca es un fluído serbiocroata (y no eres ni serbio ni croata), o como si fueras alumno del Maestro Yoda, cambias palabras de lugar generando sinsentidos. Puedes además experimentar el Síndrome Pompinero, ya que repites y repites y repites y repites (¿será que me está pasando?) palabras y no puedes avanzar de ahí.

Todos estos estados alterados pueden presentarse en un lapso muy corto, o durar hasta una hora. Te sientes desconcertado, confuso, quizás hasta poco angustiado. En realidad no sabes qué ocurre porque como dije, no te metiste nada para sentirte así. Pero de que te sientes raro, sí, te sientes rarísimo. Habrán algunos que de esto pidan su limosna, y ya andan pidiendo la receta. Hasta aquí todo se lee genial, ¿no creen?

Lucecitas, sensaciones, ruiditos, silencios, adormecimientos. Bob Marley, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, John Lennon, Jim Morrison (César Costa no, el era bien sanito), y tantos artistas más de la era ruda y psicodélica del rock & roll estarían formados esperando que les dijeran como lograr esto. "¡¡¡Qué buen viajeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!"

¡Tengan qué! ¡La tuya!

Todo lo antes relatado es el preámbulo de lo que serán las horas más angustiantes, desesperantes, desquiciantes y retadoras de un día que hasta ese momento parecía un día más. Horas llenas de síntomas y dolor intenso, de desesperación y de sentirse al borde del llanto y la locura. Lo terrorífico de esto es que esas alucinaciones diversas y "divertidas" durarán tal vez una hora, pero este "mal viaje" del que todos querrán salir (o ni siquiera entrar), dejará un velo plagado de molestias, secuelas de dolor y de confusión, que tomará de 24 a 48 horas poder quitarte de encima.

¿Qué es esto? Les presento un ataque de MIGRAÑA.

Así es. Migraña, los que la padecen rezan porque no vuelva a presentarse, y los que tienen la fortuna de no conocerla de vivo dolor, no entienden bien que es, pero cuando escuchan los relatos de dolor, esperan que nunca su cuerpo les juegue una similar.

Hasta donde estoy al tanto (y miren que como migrañoso estoy al tanto), la medicina no sabe a ciencia cierta qué es lo que la detona, y lo peor para nosotros, es que no saben cómo prevenirla. Y no existe medicamento comprobado que elimine el dolor eficaz y de modo certero. Estudios y protocolos manifiestan que es una reacción química en el cerebro, que provoca que la red de pasos sanguíneos y vasos conectores sufran una contracción en una área determinada. Esto provoca poco paso de sangre, y es lo que produce las alteraciones arriba mencionadas. Dependiendo de la zona que se vea afectada, el síntoma preliminar que se manifiesta (visual, auditivo, motriz, escojan uno)

El problema en realidad no es esta contracción, ya que el flujo sanguíneo no se ve interrumpido. El desastre, el tsunami (surimi diría Ninel Conde) de dolor se desencadena cuando la zona contraída se libera, y el recorrido sanguíneo se normaliza. Es esta expansión súbita del vaso capilar la que como un terremoto, genera un epicentro, y una onda de choque se desplaza, como arrojar una piedra a un cuerpo de agua. Ahí es cuando sentimos morir. Cuando pedimos que alguien nos corte la cabeza, o nos den un balazo.

No existe un patrón común que se repita en las personas. Cada quien manifiesta síntomas preliminares distintos. Hay quienes dicen no presentar síntomas, otros donde son de poca importancia, o hasta los que verdaderamente tienen lapsos largos sin que llegue el dolor. Pero sabes que va a llegar, y ¡de qué manera!

Es difícil explicar el dolor de migraña. Es como explicarle a un ciego el azul del cielo. Pero verdaderamente sientes que te mueres. Es un dolor intenso, no palpitante como una cefalea común, que se clava como navajas. Los que se quejan de una jaqueca, siguen estando cortos de la intensidad de una migraña. Sé de casos donde el dolor es tal, que genera vómitos, desmayos y llanto. Te molesta todo. Bueno sería que dentro de todo este terrible cuadro, la migraña terminara con la desaparición del dolor, pero es tan intenso que necesitas más de 24 horas para sentirte bien del todo. Como le decimos, es una cruda de migraña, donde te sientes mareado, todavía con algo de dolor en la zona afectada, y en general tus reacciones se vuelven lentas, disminuye hasta tu capacidad de razonar y resolver problemas.

Y como en todo, las recomendaciones de qué tomar o qué hacer/evitar vienen de todos lados. Creo que todos conocen a personas que sufren de migraña. Y todos los que las sufrimos, hemos intentado todo para evitarlas, o para ya en el caso que inició la cadena de síntomas, hacer hasta lo imposible para mitigar de alguna manera el dolor. Respirar en una bolsa para aumentar los niveles de dióxido de carbono, ingerir cantidades brutales de cafeína, evitar comer ciertos alimentos, por nombrar algunos.

En experiencia personal, un neurólogo que vi hace años me pidió llevar un registro de mis ataques, en donde anotara la frecuencia con que me daba (en esos años llegaba a tener migraña hasta dos veces por semana), y las cosas que comía en esos días, todo para encontrar un común denominador. No logramos nada concreto. Muchos dicen que el chocolate puede ser un factor, otros el café, dulce, estrés, en fin. Mucho se dice, pero la realidad es que a la fecha, no hay nada dicho. Y mientras tanto, diariamente millones de personas en el mundo sufren, sin ver todavía un punto de luz al final del túnel.

Un problema importante de las migrañas recurrentes, es que el desgaste físico y anímico es tal, que comienza a incapacitar a la persona. Poco a poco, necesitas de mayores cuidados para sobreponerte al dolor. Requieres de períodos de descanso, de detener toda actividad. Es recomendable estar en un lugar obscuro, sin ruidos en donde puedas estar relajado en espera del fin del ataque. Personalmente, tengo mi antifaz de avión y tapones para los oídos para así aislarme de todo factor que pueda molestarme cuando esto está a tope, tratando de burlar el dolor para poder dormir. Al despertar te sentirás todavía muy mal, pero habrás brincado la peor parte.

He sabido de estudios estadísticos que comprueban que la migraña llega a mermar las capacidades de la persona en lo laboral, y ocasiona bajas en rendimiento y cumplimiento de trabajo y metas. Y como no, ya que es prácticamente imposible desarrollarte normalmente en tu trabajo cuando te sientes tan mal. Necesitas descansar, tratar de dormir. Fijar la mirada genera más dolor, y en este mundo tecnológico, los monitores son balas directas para aumentar el cuadro.

No hay fallo en esto. La gente sabe (aún sin sufrirlas) lo fuerte que puede ser soportar una migraña, ya que en cualquier lugar y ante cualquier circunstancia, al escuchar que alguien tiene un ataque de esta hermosa afección, proliferan comentarios y recomendaciones “… ¡vete a tu casa!, ¿qué haces aquí? ¿Tienes como irte? ¿Quieres que te lleve? ¿Necesitas algo? ¡Respira en una bolsa!”

Puede darte en cualquier momento, y en cualquier lugar. Personalmente me ha atacado mientras manejo, y es angustiante porque sé que las lucecitas pueden llegar a ser tantas, que cuesta trabajo afocar y pierdes la noción de distancia. Cada minuto que pasa te angustias más, porque sabes que en cualquier momento llegará el dolor intenso, y sigues manejando, esperando que por milagro divino no encuentres tráfico. Sí, claro, en este monstruo escupe coches, nunca pasará. Por supuesto hoy en día siempre llevo conmigo mis pastillas con altas dosis de cafeína, que considero son las que más me han ayudado en estos momentos de terror.

“… Dolor de mis dolores, dolor mío, qué me hiciste, que no puedo comportarme ni poderme concentrar…” (un pequeño juego de cambio de palabras en el coro de “Amor de mis amores” de La Sonora Margarita, creo que queda bien, ¿no?)

A los que sufren de migrañas, estoy con ustedes, sé que puede ser terrible. Espero que encuentren finalmente el origen cierto que causa esta enfermedad tan desquiciante y sobre todo, que nos digan cómo prevenirla. Y con todo el poder de mi fe y mi corazón, en este momento espero que nunca más vuelva a pasar por esto.

Pero esta historia no termina aquí…

jueves, 26 de noviembre de 2009

¿A qué te sabe el amor?

El amor sabe a melanina apresurada, a interconexiones nerviosas alteradas por la intensidad palpable y hecha tiempo. El amor sabe a velocidad y a músculos tensos, listos para desplegar su poder de acercamiento y sensualidad.

Solo una persona que vive el amor sabe que su sabor puede ser infinito y tan diverso como la imaginación. Oportunidad de encontrar un amor acaramelado, lleno de dulce, ternura, pasión y suspiros es lo que todos esperamos, ese amor de película y miradas al horizonte.

Pero el amor se prepara con sinnúmero de ingredientes. El amor tiene la potencialidad de saber a todo.

Sabe frío cuando se está distante del origen del amor, y cuando el enojo se cuela sin medida. Sabe dulce ante la presencia del ser amado, ante el entendimiento sin palabras, la conciencia y la libertad. El amor es salado, sazonado de humor solidificado en una imperceptible capa sobre la piel, de donde se distinguen notas a desfogue y acercamiento íntimo y profundo. El amor es amargo cuando deja de ser un deleite, y se esfuma para dar pie al letargo y la apatía, al amor indigesto por los celos. El amor es agridulce ante la confrontación, ya que el amor no quiere discusiones ni rivalidades, solo quiere querer ser amor, sin más ni más. No acepta ir en un vaivén de aceptar y transgredir. El amor es agrio cuando ya no se disfruta, cuando es un amor cargado de ira o de falta de perdón, cuando es un amor que lacera en lugar de sanar.

El mejor estado del amor es lograr la mezcla perfecta de sabores, que al igual que el vino, tiene tiempos y momentos. Tiene uno que saber distinguir en el amor todas esas sútiles notas que lo vuelve el motor del mundo.

Y lo más importante es saber que sin amor, la vida no sabe a nada.

lunes, 23 de noviembre de 2009

... Gracias por hacerme esperar...

Solo quiero compartir con ustedes que me encuentro en mi oficina esperando una confirmación de pedido. Ya me encontraba prácticamente en la puerta, dispuesto a irme a quemar el abrigo integrado que tengo en el cuerpo bajo la piel, y me levantaron bandera amarilla. Espero sentado viendo hacia la ventana, y ahora agradezco que me detuvieran aquí, ya que estoy encantado viendo un chilango atardecer. Parece ya un raro acontecimiento cuando en esta caótica ciudad nos detenemos a observar, a respirar, a sonreír, y dar gracias por estar vivos.

La rutina diaria de cada uno de los locos que habitamos orgullosamente este monstruo de concreto y mala infraestructura nos ha privado de estos detalles. Ver como el cielo perfilado por un horizonte de edificios que comienzan a encenderse (tristemente no por palmeras o montañas) se va transformando de un azul cielo intenso a un apagado azul con tonos de amarillo, para luego dar lugar a un precioso naranja blancusco, todo salpicado el día de hoy por presurosas nubes aborregadas que nos miran desde arriba esperando la decisión de los vientos para llegar a su nuevo destino.

Ahora comienza el juego de los violetas. Pasa de un azul rey a un ligero azul violeta. Poco a poco perdemos intensidad de colores y luminosidad. El día da una caravana final para dar entrada por la derecha a una noche que se presume clara y calma. Es una lástima que tanta iluminación artificial opaque la luz de millones de estrellas que están ahora tras bambalinas esperando nerviosas a entrar a escena, cada una coordinada para titilar de la mano de las demás.

Los atardeceres de esta última etapa otoñal siempre huelen a frío en este valle de árboles pétreos y montañas ortogonales. Sabemos que al salir sentiremos en la piel el pinchazo de frío seco, que en lo personal espero día a día. Sigo siendo un ferviente admirador de las noches frías de esta ciudad.

El sol se ha ido. Alcanzo a escuchar a un a un grillo (¡extraño es escucharlos en la ciudad!) a dúo con un perro asustadizo, ambos en sintonía con un helicóptero barítono a la lejanía. ¿Se han percatado como en esta ciudad el silencio prácticamente nunca está presente? Creo nos falta ese contraste en nuestras vidas.

Me han confirmado el pedido. Tardó el tiempo exacto para que el sol se fuera, y ahora solo queda un telón zafiro, inmenso e intenso. Veremos que nos trae este hermoso mundo el día de mañana.

sábado, 24 de octubre de 2009

El vicio del siglo pasado

¿Se han sentido exlcuídos? ¿Los han hecho sentir cual bicho raro? ¿Los han volteado a ver feo? ¿Te miran como engendro de otra galaxia, como extraterrestre protagonista de Sector 9? (...dicen que tenemos que verla, "¡peliculón!" rumoran las instruidas lenguas cinéfilas...) y no terminas de entender qué es lo que sucede? Ojalá pudiera decir que no, que nunca les han corrido semejante descortesía, pero en algún momento de nuestras observadas vidas, seguramente así ha sido. Unos más que otros, y por muchos motivos. Espero que nunca por algo relacionado a discriminación por género, color, preferencia o religión. Gente corta de vista que no entiende todavía que todos somos iguales. Pero eso es harina de otro costal.

Ahora imaginen que esto le suceda a alguien constantemente, día con día, y que al parecer, en lugar de terminar con esta maldición, va en aumento. Sientes que cada vez más y más ojos te juzgan, te apuntan con el dedo, y hablan a tus espaldas. Llega un momento en que no puedes más. Sientes que la locura se apodera de ti. Cuando estás ya a punto de explotar, te acercas a uno de esos tantos que te critican, y con respeto y precaución preguntas qué sucede, y poniéndote cara de catador de pedos, te contestan:

"¿Cómo es posible que fumes? ¡Salte!"

Con cara de sorpresa (pero sobre todo de molestia) te das la vuelta, y mientras das una bocanada, y entre dientes y humo, gruñes "¿y a este qué más le da?" Te alejas jugando con ese cilindro blanco membretado por la marca de tu elección ente los dedos, y piensas "déjenme fumar en paz, ¡es mi derecho!"

Nota del Autor: soy fumador. Todo el que me conoce, y los que no me conocen seguro les ha llegado el rumor, que soy un chacuacazo de campeonato! Pero aquí, seré imparcial (mientras escribo estoy encendiendo uno más del día)

Tenemos todavía el derecho de comprarlo (miren que la propaganda es espectacular, aunque la quiten hasta de la Fórmula 1), de determinar parte de nuestros ingresos a esta actividad (los tacaños no fumadores dicen que estamos locos de atar), de encenderlo y meterle humo al organismo con singular alegría, pero de fumar en donde queramos, eso sí que no. Ese derecho nos lo quitaron de las manos (y de los ceniceros). No fue de golpe afortunadamente, pero la verdad sea dicha, nos dieron atole con el dedo. Ha sido un proceso lento, paulatino, y doloroso que inició desde finales de los años 70, hasta hoy.

Pero pongamos un poco de contexto histórico al tema. Saben que no me gusta que digan que hablo por hablar.

El tabaco fue conocido por el mundo occidental en tiempos del descubrimiento de América (…pobres chinos, vikingos y tahitianos, nadie les reconoce nada…). Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez, uno de los primeros cronistas sobre la vida del nuevo continente, relata en 1535 sobre una hoja que utilizan los lugareños, que llaman tabaco, y que se utilizaba para ceremonias como elemento de purificación y con fines medicinales relacionadas a afecciones pulmonares (irónico, ¿no creen?) dolores de cabeza y problemas digestivos (¿ahora entienden porque muchos van al baño con el cigarrito?). Alrededor de 1560 ya conocían esta hoja en España y Portugal, siendo en este último donde Jean Nicot, embajador de Francia en la época, regala a la reina Catalina de Médicis hojas de tabaco, y al parecer le gustó el humito, porque la mencionada hoja empezó a conocerse como “La hierba de la reina” (la fama que se le habrá hecho de pacheca a la pobre Catalina).

En 1584, Sir Walter Raleigh (¿les suena el nombre? “¡Raleigh es el cigarro!”) funda la colonia americana de Virginia. Aquí adquiere singular gusto por fumar como los lugareños, el tabaco en pipa. Creo que le gustó tanto, y tenía tantísimo terreno, que fue de los primeros grandes plantíos de tabaco en las colonias americanas. Fue un hombre visionario en mi opinión, porque además de fundar una colonia, plantó tabaco, lo vendía al imperio británico, le daban su lanita, y no gastaba en comprar y sustentar su vicio ni en la mano de obra (pobres hombres de color serio). Círculo cerrado. Bien por él.

Tenía yo la idea que el tabaco fue recibido con brazos abiertos desde entonces, pero estaba en garrafal error. Entre los siglos XVII y hasta mediados del XIX, hubo todo tipo de política sutil para no fumar, desde amenazas de ser decapitado en China, como ejecuciones públicas en Turquía, de la cual si se tienen registros de muertes (¡espero los hayan dejado fumarse un último cigarrito ante el paredón!)

En 1828, científicos alemanes aíslan el alcaloide de la planta del tabaco. Se estaban partiendo la maceta en como nombrarlo, cuando seguramente un ávido conocedor de la historia de las monarquías se le prende el foco, y lo llaman nicotina. Todo en honor a ese embajador francés que regaló hojas a la “pacheca” Médicis.

Fue alrededor de estos años cuando hace su aparición el cigarrillo. Definido como “tabaco picado rodeado de papel”, causó espectacular efecto en la población inglesa y francesa, quedando maravillados con el productito, aunque se dice que el primer cigarrillo fue español, en donde lo llamaron pitillo (ya vamos atando información, ¿verdad?). Con el nacimiento del cigarrillo, ¡¡¡ahí nos perdieron a todos!!! ya que fue con este modo de comercialización, que el tabaco llegó a todo el mundo. Ya fumaban chinos, japoneses, mexicanos, bolivianos (bueno, ellos siguen dándole a la coca). Tutti mundi en resumen.

Llegamos al siglo XX. Ya con el cigarrillo vendiéndose como pan caliente y en los bolsillos de todos, el vicio se propagó cual cotilleo de Britney Spears y su rapada cabeza o de las nalgotas destrozadas de la Guzmán. Pero el boom total fue en la Primera Guerra Mundial. Cuando Estados Unidos interviene en la guerra en 1917, se sabe que el comandante en jefe de las fuerzas norteamericanas en Europa envió un cable a Washington que decía “El tabaco es tan indispensable para las tropas como la ración diaria. ¡Necesitamos miles de toneladas sin demora!” ¿Qué haces ante semejante información? Era indispensable para mantener la calma en el frío frente europeo, y ganar una guerra más. Imagino a Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos de 1913 a 1921, llamando a los sucesores de Sir Walter Raleigh (él mientras brincaba de felicidad desde donde estuviera) para decirles que tenían ya vendida toda la producción tabacalera hasta el año que entra, y que la fueran enviando a Europa, pero para ayer. Y si esto se supo, pues todo el país ¡a fumar se ha dicho! Ya ven como los norteamericanos idolatran a sus fuerzas armadas. Son su ejemplo a seguir. Para cuando los triunfantes y enviciados soldados regresaron, ya el consumo ha de haber sido espectacular. La producción de cigarrillos era lo de hoy (bueno, de ese entonces) Las acciones de las tabacaleras, en el cielo, al igual que Raleigh.

¿Qué habrá pasado en la Gran Depresión de 1929? No tenía la gente ni para comer, ¿habrá bajado el consumo considerablemente, o decidieron fumar en lugar de comer? Ya ven que dicen que era tan importante como la ración diaria. Ahora, ¿no sería el jefe de las fuerzas armadas pariente de algún terrateniente y productor importante de tabaco en los Estados Unidos? Valdrá la pena considerarlo.

Vayamos a la mitad del siglo XX. Las imágenes que nos vendían del hombre y la mujer con clase en la época de la post guerra (ya la Segunda, no la Primera) era siempre fumando (con boquillas claro). Suntuosas fiestas de etiqueta en donde todos tomaban champagne y bailaban felices con big bands de fondo, mientras pululaban cigarrillos y habanos. El exitoso empresario que observaba como levantaban un rascacielos desde la acera, mientras se colocaba el sombrero y aspiraba un pitillo triunfal. El vaquero guapo, fornido, con temple y carácter, pastoreando a 734 vacas salvajes con una mano en la cintura, para luego llegar a tomar una taza de café en peltre en compañía de un lobo rodeado de una noche estrellada y fría? O el soldado que mataba con una mano y con la otra sostenía la bandera americana (el cigarrillo lo sostenía en la boca). Barbacoas domingueras con mujeres portando faldas corte imperio en A, tacones, labios rojos y peinados fijos, sus hombres relajados y riendo, mientras ingerían cerveza y fumaban sin parar, mientras sus hijos jugaban en el prado. Publicidad, televisión (cuando ya había) y cine, todos nos decía lo mismo. ¡FUMEN, FUMEN MUCHO! (si el contexto histórico lo hubiera permitido, Charlton Heston en Ben Hur habría estado fumando mientras remaba o combatía en el Coliseo)

Fumen por los codos, por los oídos, por el cu… ¡ejem!, fumen mientras se bañan. Si quieres ser como Clark Gable, como Elizabeth Taylor, como Harry S. Truman o Dwight D. Eisenhower (Dwight, pobre hombre con su nombre), como el General Patton, como María Félix, Pedro Infante o Tonglolele, ¡fumen!

Era increíble que hasta en la imagen del deporte el cigarro estaba presente. Babe Ruth posó muchas veces uniformado de Yankee, bat en mano, y el habano en la boca. Él no perdía el tiempo mascando tabaco solamente, no, no. Él fumaba, mascaba su propio habano y todo mientras corría el diamante y rompía records por doquier. Todavía en la década de los 80’s, un jugador de tenis del que no recuerdo su nombre ¡¡¡fumaba en los cambios de lado!!! Ese sí es ejemplo y no boberas. ¡Qué bonito! (bueno, yo mejor cierro boca, yo antes de entrar a la cancha apago el cigarro…)

¿Quieren más? Ahí les va.

En mi opinión, fueron los 50’s en donde se consolidó durísimo la fumadera. Posteriormente llegó la época hippie y la Guerra de Vietnam. Ahí todos pero todos fumaban. Algunos dieron el paso hacia el vicio duro claro. Pero aunque le entraran al hongo, la amapola, marihuana y drogas artificiales, en sus tiempos libres fumaban. Era como para descansar un poco entre dosis fuertes.

Todavía recuerdo (y no me considero una persona mayor) ver en la televisión y en el cine a todo tipo de personajes fume que fume en sus escenas, programas grabados o en vivo, en transmisiones de eventos. Era normal ver a Paco Stanley fumar en El Club el Hogar mientras realizaba el programa, ver al presidente López Mateos entrando a dar el Informe con un cigarro “Elegantes” en la mano, y como ellos, muchos más ejemplos. Bueno, la famosa entrevista que realizó Verónica Castro ya en los noventas a María Félix “La Doña”, y la diva se fumó varios de sus pequeños puritos con boquilla quitadita de la pena. Aunque, ¿quién le iba a decir que no a algo a ese mujerón?

Una imagen que por lo menos yo nunca olvidaré es la de una escena de Wall Street (1987), película protagonizada por Michael Douglas (ganó el Oscar por esa película) y Charlie Sheen, en la que está Bud Fox (C. Sheen) sentado en el hospital viendo a su padre (Martin Sheen, en la vida real y la película) recuperándose de un infarto marca Diablo, acostado y con máscara de oxígeno. ¿Y qué está haciendo su hijo? ¡Está F-U-M-A-N-D-O! Su padre muriéndose, y él fumaba preocupado a su lado. ¿Lo pueden creer? Y no era una película de ciencia ficción o de comedia, era drama. Eso que vimos, era el mundo real. Así vivíamos. El cigarro era parte de nuestras vidas. Creo que de ahí tomó mi padre una frase que me encanta: “Es que fuma como si tuviera a su mamá en el hospital” (o en la cárcel, depende el contexto)

Se fumaba en los hospitales, en las oficinas, en los aeropuertos. El Aeropuerto de la Ciudad de México tenía en las hileras de asientos de las salas de espera el cenicero incluído. La sociedad fumaba en todos lados, vamos.

Esto ya no me tocó a mí vivirlo directamente, pero cuentan las lenguas longevas, y además tenemos prueba física, que antes se fumaba en todo el avión. Bueno, lo raro habría sido que hubiera sección de no fumar (¿para qué? Todos fumaban, esos asientos habrían ido vacíos). Todos los asientos de los aviones ya muy entrados en años, tienen su impráctico cenicero en los descansabrazos. ¿Se imaginan el antro que era un vuelo México- París? Más de 300 personas fumando, y todo encerrado, durante 12 horas. Seguramente hasta mareado te bajabas, y no por las turbulencias. Ganas no habrían faltado de querer abrir una ventanita, ya saben, para despejar el ambiente. Ahora que lo medito un poco, cuando en todo el avión se podía fumar, ¿por qué estaría prohibido fumar en los baños? Es poco ilógico, ¿no? ¿Era para evitar ambientes saturados de humo? ¡Si ya todo el avión estaba entre la niebla!

El tiempo pasó, y establecieron sección de fumar en los aviones (eso sí ya me tocó a mí, y todavía las usé… sí, empecé a fumar joven). Supongo que al principio fue mitad y mitad, luego unas filillas menos, y así hasta llegar a tener solo tres o cuatro filas en todo el avión, y por supuesto hasta atrás. Además del mareo por el humo, te bajabas con un dolor de cabeza insoportable y 100% sordo, además de la garganta destrozada por los gritos, todo gracias a las turbinas, los golpes de los carritos, el cotorreo de los sobrecargos, y el cigarrito.

Para cuando esto estaba ya instituido, buena parte de la población (muy buena parte) seguía fumando. La rebatinga que habrá sido hacer una reservación y pedir asientos de fumar. Muertos y heridos si no te daban tu lugar en sección de fumar. Habría sido algo más o menos, así…

“Señorita buenos días” “Buenos días señora”… todo esto transcurría en la oficinas de la aerolínea. En esos años no había los medios tecnológicos de hoy. Hablar por teléfono era mortal, nunca te atendían, horas en espera sin musiquita claro, y no había tantos teléfonos. Perdías más tiempo en ir y venir que en esperar en la línea… “Quiero cuatro boletos para México- Nueva York por favor, todos en sección de fumar, ya ve que los niños empiezan temprano con el vicio. Esta juventud descarrilada… fuuuu” (todo mientras la señora fumaba un Viceroy, ¿los recuerdan?) “Sí señora, la entiendo, todos fuman y fuman, deje reviso, ¿para qué fecha?” Después de un sinnúmero de botonazos a la arcaica computadora, y de ver como los ojos de la señorita iban y venían por la pantalla, mientras pensabas que seguramente estaba jugando Atari, contesta ella: “Tengo disponibilidad para el día y el lugar señora, pero no tengo asientos en sección de fumar…” (las uñas que golpeaban el mostrador, mientras sostenían la cigarrera en pedrería, cesan repentinamente) “No señorita, le pedí sección de fumar” (ya poco exacerbada) “Sí, señora, pero no tenemos asientos” “¡Señorita, busque de nuevo, tal vez no buscó bien!” (¿por qué siempre creemos que hacen las cosas mal o con el fin de fregarnos?) Mientras la señorita emprendía la búsqueda comenta la señora “Es que señorita usted no entiende, yo fumo, y fumo mucho, y no puedo soportar estar las 4 y media horas de vuelo sin fumar, me da taquicardia y me pongo mal, ¡muy mal! Mis hijos no tienen porque pagar por esto, y si les pego y grito sin razón, ¿no se sentiría un poco culpable?” “Señora, la entiendo créame, pero espere, déjeme confirmar” (por supuesto la señorita ya había pedido a personal de seguridad estar cerca de ella, por si la señora se brincaba el mostrador directo al cuello)… “Señora, mire, solo tengo un asiento disponible en fumar, pero es el asiento 32B, la última fila y en medio, los asientos no pueden reclinarse y yo le acons…” “¡DÉMELO YA! ¡No importa, que se friegue mi marido! Él fuma más que yo, pero no importa, ya veo si nos vamos turnando el asiento. Además ya por una vez que el cuide a sus hijos, bueno, que no son suyos, no está usted para saberlo, pero…” (Sabían que esto pasaría, una vez que la señora tenía la seguridad de vicio preservado, ya nada más importaba, la tensión se evaporaba, y como buenas señoras, a echar chisme y ser RE indiscretas.)

Terminaba la reservación de boletos con las mujeres siendo grandes amigas y deseándose un buen día, mientras una se iba contenta con sus boletos a cuatro copias (¡eran lo máximo esos boletos rojos escritos a mano! En cada filtro de tu viaje, te iban arrancando una copia, terminando el viaje solo con el envoltorio! Yo los recuerdo con cariño, ¿ustedes no?) NOTA: ¿por qué siempre revisábamos si las copias venían todas iguales? ¡Era papel auto copiante por Dios!

Cosa distinta si, efectivamente, no había disponibles. ¡Catástrofe! Probablemente cambias todo el itinerario de viaje por conseguir tu sección de fumar. O formarías parte de los que, ya en el avión y con la mala fortuna de no tener asiento de fumar, se paraban disimuladamente al baño, y una vez que llegaban a las filas fumadoras, encendían el cigarrito parados, y se hacían patos fingiendo que estaban esperando a que se desocupara un baño. Era de risa ver (y haberlo vivido) cuando llegaban los sobrecargos a pedirles (nos) que apagáramos el cigarro, porque no se podía fumar de pie ni en pasillos. Le ganabas fácilmente 3 o 4 bocanadas mientras decías “¿en serio señorita? (bocanada) “no lo sabía, discúlpeme” (bocanada) “ahorita lo apago” (bocanada) y te agachabas para apagarlo (última bocanada). Ya por lo menos, estabas un poco más tranquilo.

Esto es para los que nunca han fumado: no se imaginan la angustia que automáticamente sientes cuando te dicen de golpe que no podrás fumar durante un tiempo determinado. Verdaderamente crees que es más fácil subir una montaña de manos que dejar de fumar ese tiempo. ¡Es horrible! (por desesperación y por incoherencia de derrotarte ante el vicio)

A finales de los 70, principios de los 80 ¡OH, DEMONIOS! Se da a conocer a nivel mundial que el cigarrillo no es la quinta maravilla, que es malo. Que tiene substancias (sí, me gusta escribirlo como antes, al igual que obscuro) nocivas, y que además de ser una DROGA (no nos gusta pensar que el cigarro es una droga, las drogas son las otras. El cigarrito es el cigarrito, te relaja, es una costumbre, un amigo incondicional, un compañero fiel, no una adicción… ¡ajá sí ajá!) puede causar problemas serios al organismo, como enfisema pulmonar, afecciones digestivas por el alquitrán, decoloramiento dental, problemas de encías y paladar, así como cáncer pulmonar, de tráquea, esófago y lengua. ¿Y ahora, quién podrá ayudarnos? Millones de seres humanos adictos al tabaco, muchos por imitación, por gusto y por convencimiento, ya que te decían que fumar te hacía verte más grande, interesante, maduro, intelectual. Por las razones que sean, pero millones fumaban. Ahora te dicen que dejes de fumar, que es ¡MALÍSIMO!

Se dan a conocer demandas multimillonarias en los Estados Unidos (¿en dónde más podría ser? Es el país de las grandes compañías tabacaleras, y el país donde si no demandas por una irracionalidad, no eres norteamericano) Se argumentaba que como no se les había informado de la nocividad del tabaco y sus consecuencias, los culpables eran las tabacaleras del cáncer pulmonar causado por los 50 cigarros diarios que se empujo Juan de los Pitillos durante 40 años. Sí claro, como fueron ellos los que le metieron los cigarros a la boca y le pegaban en el estómago para sacarle el aire y que se viera forzado a jalar el humo maldito del cigarro… en serio no sé como procedieron esas demandas a favor de los demandantes. Y como esas jaladas de pelos, hemos todos escuchado millones de barrabasadas en el Imperio de las demandas. Me estoy desviando.

Ahora, a cerrar frentes. A cuidarnos del cigarro y de los fumadores enviados por Satanás mismo para terminar con la raza humana. Empiezan con leyendas en las cajetillas que dicen que el cigarro es malo para la salud, pero en letra chiquita. Pero el bombardeo de publicidad seguía presente por doquier. El imperio del tabaco se aferraba con uñas y dientes. No querían las tabacaleras enfrentarse con una caída estrepitosa en sus ventas en tan corto tiempo.

Aparecieron las secciones para fumadores. Restaurantes, hospitales, aeropuertos, aviones, barcos. Seguían siendo numerosos los establecimientos que permitían fumar en todo el lugar. Los antros y bares ni se diga, ahí se habían blindado ante cualquier ataque. Además, eran los “centros de perdición por excelencia”, ahí a tomar y fumar como Dios manda.

El tiempo sigue. Cada vez son menores los espacios para fumadores. Zonas cerradas en aeropuertos muy similares a interrogatorios de la AFI eran destinados para el vicio. Créanme que entrar ahí y fumar, no era nada placentero. Apestaban, no los limpiaban, los ceniceros rebozaban de colillas apiñadas una contra otra, semejando elaborados diseños que observados desde arriba podían parecer el rostro de la Princesa Diana o la Madre Teresa (algunos salieron corriendo diciendo que era un milagro) No te quedabas ahí ni 5 fumadas, lo juro.

Más y más se difundía cuanta gente en el mundo estaba afectada de alguna manera por el tabaco, cuantas personas morían al año debido a esto. Se dio a conocer un término que fue de suma importancia creo yo en la lucha contra el tabaco. El fumador pasivo. Ahora, la gente estaba al tanto que un no fumador que estaba en contacto con fumadores o en ambientes saturados de humo de cigarro podía contraer los mismos padecimientos que si fumara como si tuviera a su mamá en la cárcel (papá, ¡tenía que usarla!) Ahora, la aberración era enorme. Ya la gente que no fumaba no quería tener cerca de ellos a los fumadores y su cochino vicio asesino. Cada día, se perdía un frente a favor de los no fumadores. Los fumadores ya no sabían ni para donde irse a “fumarse a su madre”.

Un conocido amigo de la familia nos cuenta un día que le habían prohibido fumar en ¡su casa! La última trinchera se había violado. El lugar donde ya nadie podía meterse en su derecho y decisión se vio atacado. Ya no había solución. La derrota era inminente. El susodicho vive en San Diego, California. El argumento fue de parte de sus hijos, diciéndole al pobre señor que ellos no querían morir por culpa suya, y que de seguir fumando, lo demandarían. (¿ven? El imperio de las demandas sigue dando y dando rarezas)

En esas fechas, California decreta que está totalmente prohibido fumar en cualquier lugar público cerrado, sin importar su giro (el blindaje de los antros había cedido). Muchos siguen su ejemplo. Los frentes se cierran. El precio del cigarro se eleva. De boca en boca, la gente aconseja dejar de fumar, o nunca tomar el hábito (no el de las monjas).

Hoy en día, es raro el lugar cerrado en donde pueda fumarse. Por supuesto que no es todo parejo. Muchos lugares en el país (y supongo que en el mundo) lo permiten todavía. Es divertido ver como todos los edificios públicos (bueno, los que conozco) tienen a pequeños soldaditos resguardando los accesos. Y tienen armas, grandes cilindros metálicos repletos de pequeñas municiones amarillas y blancas. Hay que tener cuidado, porque son soldados malhumorados que quisieran estar dentro, y no cuidando el acceso, pudiendo ejercer su derecho, su libertad a fumar mientras comen y disfrutan una copa de vino. Pero no, ese derecho se nos quitó de las manos y no pudimos hacer nada al respecto. Por eso estamos afuera, fumando deprisa, y entre dientes, mentándoles la madre a todos los que decidieron que estemos afuera (y a nosotros mismos por ser adictos al tabaco) Esos ya pocos fumadores (dicen las estadísticas) que quedamos, estamos obligados a fumar afuera. Vemos como los ceniceros reproducen como virus de AH1N1 colillas y colillas. Las calles y banquetas tienen el mismo síndrome. Pero es un hecho. El tabaco es más perseguido que Bush en tierras iraquíes o bolivarianas. Y se está haciendo todo esfuerzo para erradicarlo. Las pérdidas serán cuantiosas en lo económico, y muchas vidas se han ido en la batalla, sin contar a los heridos de muerte. ¿Llegará el día que el mundo esté libre de cigarro?

Yo quiero pensar que sí.

Sigo siendo un fumador más de la estadística. He intentado dejarlo varias veces. Una en realidad, lo había conseguido. Declaro y me acepto como verdaderamente estúpido el día que volví a fumar. Estuve más de medio año sin fumar. Y ¿saben qué? Era la persona más feliz y realizada sin el cigarro. Predicaba a los cuatro vientos que me sentía de maravilla, que las cosas tenían mucho más sabor, que estaba recuperando el olfato, la condición física y la blancura de mis dientes. Ya estaba del otro lado, y ahí voy de nuevo. Hoy en día, fumo. Me gusta y no lo niego.

Pero al mismo tiempo desprecio fumar y me desprecio por hacerlo. Mi despacho apesta, mi casa apesta, mi ropa, mi maleta del gimnasio apesta. Desprecio lo amarrado que me siento al cigarro. Mientras escribo esto, un cigarro me observa desde el cenicero muerto, no, cagado de la risa que lo voy a chupar de la puntita (cigarro marrano). Me pone de mal humor relacionar todos los momentos de mi vida al cigarro. ¡Carajo! Lo primero que hago al despertar es encender uno. Es muy complicado de explicar, pero cuando sé que mi condición física está mermada en relación a las demás personas del gimnasio con quien comparto clases, o que sé que mis pulmones no son los mismos que cuando empecé a fumar hace 16 años (sí, la mitad de mi vida) o que veo mis dientes y están con ese tono “blancuzco” que no debe ser, me doy mucho coraje. Créanme, no me gusta seguir fumando. Y sé lo que pensarán cuando lean esto: “pinche Toño, pues si tanto lo odias y desprecias, ¡déjalo ya!”

Sí, lo voy a dejar ya. Es una promesa que me hice hace poco. Dentro de las irracionalidades de un fumador, está algo como esto: solamente quiero ir a un lugar muy importante para mí, lleno de recuerdos y buenos momentos, un lugar precioso y natural. Eso será en 3 meses. Y ahí fumaré como me gusta y quiero hacerlo en compañía de gente que quiero mucho. Pero en cuanto termine ese viaje, se acabó. Nunca más fumaré. No quiero hacerlo ya. Quiero tener una vida sana, un cuerpo que no me cobre factura antes de tiempo. Sé que ya por el tiempo y la cantidad que he fumado habrá un intento o varios de cobro antes de tiempo.

Dejo este escrito como manifiesto que lo haré. Para ustedes que lo lean, pero sobre todo, para mí. Para saber de mi compromiso hoy de ser ya un fumador no fumador. (como los alcohólicos, somos fumadores toda la vida)

Aplaudo las medidas que se tomaron en el mundo en todo este proceso para erradicar lo que ha sido la vida del hombre y el cigarro. Esa vida que ha perdido a muchos por esta adicción. Apoyo totalmente todas las medidas que puedan tomarse, los cursos que se imparten, la educación en las casas y escuelas para evitar que los niños piensen que fumar puede ser una opción de vida. No es vida. Es mermar la calidad de tu vida y de querer que tu organismo se dañe y se extinga antes de tiempo.

Estoy en pro de la salud. En pro de una vida sin vicios. En pro de no al cigarro. Quisiera ver un mundo que no necesite de muletas efímeras para un hombre que no termina de entender su realidad, y que considera que necesita elementos que le den calma, o que le ayuden a modificar su entorno personal. El hombre debe saber que lo mejor en la vida, es vivir y ser feliz, pleno y sano en todos los aspectos que lo conforman.

Y eso, es lo que quiero para mí.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Conflicto

He vuelto. Después de un merecido descanso he vuelto. Mes y medio sin escribir nada. Algunos dirán que ya había olvidado mi rinconcito. Otros tal vez solo piensen que no tenía tiempo. Pero la realidad es que creo que necesitaba de un tiempo de recolección de información, de vivencias, de acideses que la vida nos pone enfrente. Ahora, creo que ya tengo que compartir con todos.

Además, había escrito como loco el último mes. Iba a saturar a mis seguidores (cinco! ja)

Estoy en un dilema. ¿Qué escribo primero?

...sigo pensando...

viernes, 28 de agosto de 2009

Cara o cruz

La moneda de la vida tiene dos lados: cara o cruz, águila o sol, “heads or tails”, el Ying y el Yang, el bien y el mal. Todos sabemos que así es. Depende ya de cada uno el lado que tomará ante cualquier aspecto de su vida. Se presentan frente nosotros constantemente cuestiones que resolver. ¿Me visto de blanco o negro? ¿Agua o refresco? ¿Dulce o salado? ¿Hombre o mujer? La eterna disyuntiva del libre albedrío.

Estoy convencido que lo más sano es poder apreciar de lejos por un momento y en paz cada lado, con todos sus detalles y matices. Meditar conscientemente y concluir sobre lo observado para posteriormente, tomar uno de los lados como propio, el lado que más te convenza, te convenga, te ilusione, y defenderlo.

Es crucial además saber que en un solo lado de la moneda, hay un sinnúmero de matices. Si dejamos de ver los matices, llegamos inevitablemente a los extremos. No todo es blanquísimo, ni todo es negrísimo. Seamos capaces de siempre observar toda esa gama intermedia. El matiz de la vida es lo que la hace en mi opinión maravillosa.

Tan (o más) importante y vital es que una vez que hayamos decidido por uno de los lados, tengamos la capacidad de permanecer siempre abierto de mente y corazón para aceptar las opiniones de los demás, y poder observar si tu decisión fue la correcta. Ser humilde ante los comentarios del yo interno y de otros, para dado el caso, con la frente en alto reconocer que, puede uno decidir cambiar de posición dentro del matiz, o hasta pasar al otro lado de la moneda.

Seríamos una mejor sociedad si todos permitiéramos liberar a ese ego orgulloso que constantemente nos muerde la mano y nos jala en busca de atención y aplausos, para nunca olvidar que es de humanos el error. Es todavía mejor reconocer nuestros errores con sinceridad, entendiendo que pudimos además haber perdido objetividad en el camino, llevándonos tal vez a tomar el lado equivocado de la moneda.

Muchos van por la vida creyendo que solo tiene un lado, SU lado. Si fervientemente creen que la tierra es plana (ejemplo tonto), no importa que millones de personas les confirmen lo contrario, que lo vean en libros, que se los explique Carl Sagan, vaya, que baje Dios Padre y le enseñe los planos celestiales de la Tierra. No, no, para ellos es plana, planísima, y los barcos siguen cayendo al infinito. Bueno, podrían llevarlos en el transbordador espacial, verla de fuera redondota, y todavía creerían que lo que ven frente a ellos es una ilusión óptica.

Ah, esa gente necia y corta de visión. Son divertidos, lo reconozco. Seguramente todos nos hemos topado más de una vez con ese tipo de persona, que verdaderamente te saca de quicio de lo necia que es. Me gusta decirles a ellos “carneros”. No importa que tan grande y fuerte sea el oponente, el carnero siempre está dispuesto a darse de topes, uuuuna y oooootra vez, tantos como sean necesarios. Alrededor todos piensan o piden a gritos “¡Detente!” “Observa, escucha, no tiene caso…” “!Déjalo, qué se siga dando! ¡Pinche necio!” “¡Qué alguien haga algo, por Dios!” “¿Alguien tiene un Excedrin? A este sí que le ha de doler la cabeza de tanto golpe!” Y al final, el que se acaba dando de topes pero de desesperación eres tú ante tal necedad.

El auto sabotaje que representa que sepas que hay dos lados de la moneda, pero te aferras a decir que solo hay uno, te convierte en una especie de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde presentes al mismo tiempo, un ente ambiguo autodestructivo. Vas metiéndote el pie tú solo, y mientras te levantas, tu otro tú te tapa los ojos mientras operas maquinaria pesada hacia en un precipicio lleno de alternativas. Es el perfecto estado de confusión, en donde el yo consciente lucha contra el ego interno obcecado que no escucha, no razona, y no le importa. Y además es tan orgulloso, que si te enfrentas a la realidad de haber tomado la decisión incorrecta, ese ego seguirá luchando por decirte que estaba en lo cierto, y no permitirá ser derrotado fácilmente.

Evitemos esto. Seamos capaces de observar la vida con objetividad y consciencia plena al decidir. A mí me fascina ver los dos lados, o bueno, trato de hacerlo. Si logras ver la cara y la cruz, y entender porque puedes tomar una u otra vía de acción, mucho auto aprendes de ti, y puedes evitarte una cantidad innecesaria de topes con paredes inquebrantables o con “carneros” de larga cornamenta. Y sobre todo, muchos dolores de cabeza.

miércoles, 26 de agosto de 2009

La latitud y el sexo

El clima juega un papel determinante en el comportamiento de la gente. Cuántas veces no hemos escuchado que la superioridad tecnológica y los descubrimientos del norte vs. sur de los hemisferios mucho tienen que ver con el clima. El descubrimiento de las herramientas, el vestido (en general, no la prenda específica), el vivir en cuevas, y el fuego seguramente fueron propulsados por la necesidad de vencer al clima ¿Y cómo no? O se ponían a mover al hamster dientes de sable, o se nos quedaban ahí como paletas. En el norte por ejemplo, mataban al mamut por la piel, su carne, huesos (y el mérito para los egos grandes) Utilizaban todo. En el sur, ¿¿¿qué??? Correr tras un paquidermo, poner la vida en riesgo, esforzarse en pensar siquiera en la estrategia de caza... ¿¿¿para??? Lo único que necesitabas era salir de tu estadito de letargo por el calorcito tropical, te estirabas un poco dejando la flojerita, movías (poco) la mano, jalabas un manguito, y a comer se ha dicho. Asunto arreglado.

Ejemplos mexicanos. A los norteños les encanta echarles a los sureños HUEVONES (sí, así les dicen). En Monterrey, repiten más que el Himno que como no tenían nadita de nada en la zona, pues se industrializaron, le sacaron jugo a las montañas, y ahora son lo que son (¡iiiii ñooooor! de toda la vida hombreeeeee!) Yo me pregunto porque a alguien se le ocurrió establecerse hace 400 o más años en un hoyo en las montañas, con un calor infernal, sin agua y sin elementos. Los sonorenses no dejan de decir que lograron que el desierto floreciera y sea hoy de las zonas agrícolas más productivas del país.
Pero yo tengo una duda de siempre ¿Mexicali? Alguien tenía que estar total y perdidamente "coo coo" para establecerse en un sitio como ese. Creo que el misionerito que andaba perdido por allá ya estaba verdaderamente en las últimas, y delirando terriblemente, se imagino que en ese hoyo desértico por debajo del nivel del mar en medio de temperaturas de +- 50°C, vio agua, palmeras, comida en charolas, y rubias despampanantes esperándolo (¡esperen! Era misionero, estaba entregado a la vida con Dios... soy un pecador de primera, ¡ay no!)
Bueno, el punto es que como sea, la hicieron. Crecieron y ahí están las poblaciones del norte aplaudiéndose orgullosos, mientras abuchean a los sureños que no hacen nada más que ver la vida pasar bajo una palmera. "¿Hacer algo? Nooo, "la" calor está harta fuerte, al ratito lo hacemos. Ahorita déjenos descansar..." (respuesta de cualquier costeño pachorro)

A lo que iba. Pregunta: ¿el sexo será igual en todos lados? O de acuerdo al clima, ¿presentará variantes? No me refiero al movimiento de dos cuerpos una y otra, y otra, y otra, y ooootra vez (bueno, ¡ya! ¡Qué aguante!) Voy más al origen. A pensar en tenerlo, y lograr tenerlo. Yo creo que sí es distinto.

Nota del autor: todo lo que a continuación leerán es sobre escenarios generalizados. No hay aire acondicionado, calefacción, nada. El clima artificial queda descartado.

PRIMER ESCENARIO. La zona desértica. El norte mexicano. Los extremos.

Cielos blancos de Monterrey, regiomontanos con un calor a más de 40°C. Observas constantemente el horizonte modificado por ondas de calor que lo distorsionan todo (imágenes y realidades). En Mexicali y Hermosillo mujeres lloran desconsoladas al ver sus Stiletto, Jimmy Choo, Manolo Blahnik o Idea Verde (jajaja) pegados en un asfalto chicloso gracias a sus +-50°C, mientras jadean cual pelícanos para mantener la temperatura (y la cordura). La población corre de un lado al otro de las calles huyendo del calor, pero al hacerlo, sienten como si metieran la cabeza a un horno. Las noches no son un paseo dominical, ya que son tan o más calurosas y enervantes que estar embotellado a las dos de la tarde en el tráfico de un verano chilango.

¿Se imaginan el sexo a esa latitud? Ha de ser un verdadero juego de apareamiento estilo mantis religiosa. O le corres cuando terminas, o te comerán vivo. ¿Conocerán "la cucharita"? Vislumbro un sexo rápido y objetivo. Imaginemos: es de noche, ya llevan buenas 14 horas soportando el infierno. Se han metido a bañar varias veces (los que gozan de tener agua) buscando alivio, para salir de la ducha automáticamente sudando (hecho verídico). Llega la hora de meterse a la cama, bueno, de acostarse sobre ella, taparse es tortuoso. Pegados por el sudor, brillositos cual espejos y dejando marcas en las sábanas de la forma de sus cuerpos, buscan desesperadamente un poco de fre"hhh"co. El pobre iluso piensa en hacer cositas malas a su contra parte. Mueve la manita de un modo lento y seductor. Se hace el dormido, la mano sigue al acecho. Se acerca más, y... le revientan chico grito encolerizado "¡¡¡Sácate a la mie...aaaaa, no ves qué calor hace!!! "¡En tu vida me vuelvas a intentar siquiera acariciar con el pensamiento idiota!" (y lo más divertido fue que la mano ni siquiera tocó a la persona, solo alcanzó a estar a escasos 10 centímetros, pero sintió el calor acercarse. Uno hace callo. Se sabe detectar al enemigo.

La de sobre oferta de condones que habrá en esos lares (sin mencionar a la de hombres calenturientos por las esquinas). Imagino que el jugueteo previo ha de ser nulo. Ahí, a lo que vas. Y a veces, ¿eh?

SEGUNDO ESCENARIO. Bajío. Altiplano Central. DF.

El clima más benévolo del país. Yo opino que el DF es el ganador. Los días son calurosos, pero no tanto. Es raro que pasemos los 32°, y en esos casos, ya andamos con un humor de los mil y un diablos, y como suicidas vamos por las banquetas tratando de llegar a nuestros coches, esperando que el movimiento genera algo de brisa (¿cuál brisa? Si no nos vamos a mover lo suficientemente rápido, ¡méndigo tráfico!) En definitiva, no es un clima de extremos. Nos movemos normalmente entre los 23° y los 28°. Rico, ¿no? Puebla argumenta que ellos tienen el mejor clima, pero los pipopitos se juran el ombligo del universo, dejemos que lo crean. Los guayabitos y su "Eterna Primavera" pienan lo mismo. Pero en lo personal ahí ya es más calor que templado en la mayor parte de Cuernavaca y sus circunvecindarios.

En DF, puedes ver cualquier día, a cualquier hora, a personas caminando (rápidamente, nos come la prisa) enseñando al mundo la carpeta completa de diseños básicos de ropa y sus capas complementarias. Moderadamente tapaditos con sweater ligero o chamarrilla lucidora. Solo en camisa o playera. Eso sí, no faltará nunca el chilango desentonado. Ya sea por termostato o por mal gusto, va en pleno verano cargando a todos lados chamarra o gabardina (esa no la entiendo, no es que vivamos en San Francisco o Seattle donde llueve todo el día), y en invierno, por ejemplo van las mujeres (tan criticadas por mujeres de otras partes de México) en pleno enero, con mañanas a 5°C, portando semejante “mink” (peluche asesinado), pero en faldita y zapato abierto. Es plena falta de coherencia de moda. Yo tampoco lo entiendo.

En esta zona por lo general, las noches son frescas, pero no te congelas. Buenísimo para dormir bien tapadito, acurrucado y "de cucharita" (que envidia nos han de tener los calenturientos ambientales del norte). Aquí no hay pretexto de temperatura (ambiental) para hacer cosillas. Solo los habituales "me duele la cabeza..." "no, hoy no, mañana tengo que despertarme super temprano..." o "¿no ves el nivel de estrés que cargo? y tú pensando en el cuchiplanche..."
El sexo aquí no tiene motivo para no ser de sesiones de larga duración. Lleno de jugueteos, maniobras, roces, y sobre todo, repeticiones en la misma jornada. El sexo se puede presentar en la mañana, media mañana, mediodía, media tarde (vean los hoteles rebosantes de oficinistas jocosos), tarde, nochecita, noche, madrugada... aquí todo se vale.

Está el lado extremo claro. En ciertas zonas como Toluca, Río Frío (Puebla, incultos), Tlalpan y montañas del centro, las noches se ponen de campeonato. ¡El frío sí que llega a calar! No ha de quedar un condoncito ni por accidente. O te "diviertes" o te mueres de hipotermia. Ahí no tienes sexo por placer, lo tienes por supervivencia. Sin darte cuenta, ¡papas! ya estás ahí dándole, pero bajo las sábanas obviamente. Por diversión sangrona podría uno sacar un pie unos minutos sin que su pareja se dé cuenta, y en medio de las caricias le pone el pie/paleta en la pierna (o la espalda si uno es elástico). Asegura mínimo un gritillo parecido a "¡Ayyyyyyyyyyyyyy no seas pasado!" seguido de un ligero "empujoncito" para mandar al bromista a irse a donde todos hemos sido mandados más de una vez, y pasar frío en la noche. Ahí queda cualquier intentona por preservar la temperatura corporal (y sexual).

Existirán los valientes que quieran sexo sin sábanas de por medio. Me parece muy bien, siempre y cuando estén dispuestos a lidiar con la bronconeumonía del día siguiente. Allá ellos. Pero como dicen, el sexo sin sábanas sabe mejor... ¿verdad?

TERCER ESCENARIO. Las costas mexicanas.

La belleza de las playas mexicanas. Orillas de talcosa arena blanca y mares turquesas en el Caribe. Mares turbios, obscuros y playas negras en el Golfo, pero ricas y cadenciosas, rodeadas de selva y personas felices y amables. Las caprichosas formaciones montañosas y bahías hermosas con el azul profundo del Pacífico. Y las playas de la Baja California, con ese contraste del estrecho desierto y sus solitarias dunas vigiladas por cactus y yucas, resguardada por el poderoso Pacífico a un lado y un calmo Mar de Cortés lleno de vida.

“En el mar, la vida es más sabrosa, en el mar, te quiero mucho mááááás, con el sol, la luna y las estrellas, en el mar todooooo es felicidad”

Así dicen hasta en canciones. Algo habrá de tener de cierto, ¿no? Y claro que es cierto, algo tiene la costa que te pone jariosito. No sé si es la humedad, el calor, el mar con ese vaivén tan relajante (bueno, a los que oyeron llegar al tsunami no creo que les haya parecido tan relajante) la arena, las palmeras que bailan dorándose al sol (ahí si ya me sentí Agustín Lara). Creo que es la combinación de estos factores climatológicos la que modifica la actitud de la gente frente al sexo, digamos que se antoja más.

Hay un elemento importantísimo. El trabajo de mercadotecnia sobre el cuerpo humano es brutal y contundente. No hay mensajes subliminales. Ahí todo es de modo directo. Considerando que por el mismo clima la gente enseña mucho más las carnes que en otras zonas, digamos que el sexo va presente a todos lados. Usan todo el día shorts, playeritas, camisas transparentosas, pareitos, trajes de baño (grandes y chiquitos, meras rayitas que tapan nada como decía una tía al referirse a las tanguitas) ¿Cómo no vas a tener el sexo en mente? (y cuerpo). Antes de siquiera pensar directamente en sexo con alguien, ya sabes que tiene para ofrecerte. No es un menú de carta, donde algo queda a tu imaginación. Es buffet y ves lo que comes, y comes hasta saciarte.

Lo haces en la arena, en una hamaca, con calor, con lluvia, en el agua, fuera de ella, entre velos mosquiteros, y siempre acompañado de serenatas de insectos acompañando el deseo, con el mar arrullando la cadencia entre dos cuerpos. Pero de que tienes sexo en la playa, lo tienes. Y el descanso post sexual, ¡maravilloso! Aletargado, mientras escuchas el canto del mar a tu lado, y ves a la luna salir por sobre él, disparando una guerra de luz plateada, que acompaña a la brisa constante, piensas “aaahhh… no podría estar mejor en este momento, ni en un mejor lugar, y mucho menos con una mejor persona… definitivamente en el mar la vida es más sabrosa”.

Busquemos el encuentro y el acercamiento con la contra parte. No importa donde estés. En sí, no es el sexo por sexo lo importante. Es el permitirte acercarte y que se acerquen a ti. El querer estar con una persona aunque sea por un momento, pero tan cerca, que el aire que respiras es a través de esa persona. Escuchar como la piel exhala al contacto con la piel, y como los ojos abrazan el instante. Saber que en ese pequeño momento, no existe nada más que el núcleo que has formado con la otra persona.

En tiempo puede ser un parpadeo o una larga jornada, pero en el fondo, todo esos destellos de intimidad se encadenan a momentos anteriores en tu memoria y en tu alma, formando una línea de recuerdo infinita. Un bello recuerdo de tu ser entregado a sí mismo y al otro, queriendo que no termine jamás. Eso, no tiene precio.

viernes, 21 de agosto de 2009

Tenemos que estar locos

Un chilango está loco en esencia. No hay otro modo de calificarlo. Por nuestra locura somos odiados en casi toda la "provincia" (provincianos ódienme, sé que les provoca vómito que nos refiramos así de ustedes). Desde el interior de la república (otra para que me pateen...) se dicen las peores cosas de nosotros. Hasta calcomanías para los coches (carros, como dicen ellos) con la famosa frase "¡haz patria y mata a un chilango!" circulan por ahí.

¿Y saben qué? Cada día creo más que tienen razón en pensarlo. Motivos, muchos. Habrá que preguntarse quien en su sano juicio quisiera vivir en una ciudad como el Distrito Federal. Alrededor de veinte millones de almas estamos aquí, incluyendo al área metropolitana claro. Considero poco probable que, bajo estándares internacionales, se pueda decir que una persona tiene una gran calidad de vida en un lugar tan atiborrado. ¿Y cómo tenerla?

Somos una enorme plancha de concreto. Parece que de la tierra crece grava y cemento en lugar de pasto. Decimos que ya no podemos crecer más, pero seguimos y seguimos. Grandes desarrollos de vivienda que parecen un brote de influenza siguen asfixiando la zona conurbada, ahogando los servicios básicos. Además, nadie sabe en donde van a parar. Recuerdo a un maestro de urbanismo que tuve en la carrera que decía que aunque existieran barreras geográficas fuertes, como el caso de la zona de montañas del DF hacia occidente, no importaría, y habría el modo que un día Toluca por ejemplo, fuera parte de la mancha urbana de este monstruo. Y creo ya no estamos lejos. Recorriendo esa carretera es realmente ya muy poco lo que uno puede observar de tramos vírgenes. Cuernavaca y Puebla son otro ejemplo. El Ajusco y las montañas del sur, así como nuestros vigilantes volcanes (bueno, mejor nosotros los vigilamos a ellos. No vayan a darnos un sustito al oriente nos limitan. Querétaro por distancia creo no está en juego (...creo...). Pero los Indios Verdes no son un límite. Hacia el noreste de la ciudad tenemos montañas, pero son pequeños cerritos comparando con el oeste y el sur. Seguramente un día muy orgullosos leeremos "Conozca el nuevo desarrollo exclusivo de vivienda del Distrito Federal. La nueva Wisteria Lane. Pachuca". ¡No es ficción señor@s!
¿Llegará el día en que chilangos, pipopes, tolucos, tuzos y guayabos (investigué y parece que así se les dice a los de Cuernavaca) seamos una misma cosa? ¿Una misma ciudad? ¿Cómo nos llamarían? Se me ocurren varias alternativas. Chi.pi.gua.tu.to's... Pi.ya.lan.to.tu's... Tu.chi.gua.pi.to... Chi.tu.gua.tu.pi's... Chilangos y "anexos" (ja ja ja, sigan odiándome)

Los medios públicos de transporte son claramente insuficientes. Nuestro H. Jefe de Gobierno sigue plantando líneas de Metrobus por doquier. No es mala idea, pero ojalá fueran planeadas en avenidas con carriles y dimensiones suficientes, y no como la primera línea sobre Insurgentes. Ya con el carril definido para el bus rojo que viene y va, viene y va, viene y va, dejó dos carrilitos, en donde claro, metieron los tres de nuevo. Sientes que perfectamente puedes platicar con el del coche de junto, tocarle el hombro y encender su cigarro. No quiero imaginar lo que un chofer primerizo o una dulce viejecilla siente al manejar por ahí. Seguro va gritando aterrorizado todo el tiempo, esperando el "jjjjjjjjjjjggggggrrrrrrrrrrrrr" del coche embarrado en su puerta. Te bajas con los dientes trabados y las manos engarrotadas al volante. Antes nos quejábamos que Viaducto era estrecho. ¡No, qué va! Ahora lo percibes como autopista (dícese freeway) gringa cuando ya circulaste en cualquier avenida que incluye metrobus.

Es sumamente triste saber que hay personas que tardan más de tres horas en trasladarse de sus hogares en las afueras de la ciudad a sus centros de trabajo (!y eso es solo one way!) Trayectos de no más de 40 kilómetros como máximo. Invierten más de la cuarta parte del día en trasladarse, atiborrados por supuesto, tanto de vehículos como de gente. Y luego las empresas se cuestionan el bajo rendimiento de sus empleados. ¿Cómo puede ser alto si vienen exhaustos, hartos, enojados, fastidiados?
Siento un huequito en el pecho cuando veo micros, autobuses y el Metro de la ciudad a reventar. Parecería que en cualquier momento borboteará gente de las ventanas, que saldrá disparado hacia un poste el pobre que le tocó ir en la puerta del vehículo, o que se vencerán los ejes del mismo por el peso de los pasajeros. ¡Qué falta de humanidad! Hasta respirar cuesta en esas condiciones.
Añoro que llegue el día en que tengamos un gobernante que dé alma, vida y corazón por dar a la ciudad un servicio público de transporte que sea ejemplo para el mundo. Un servicio que recorra eficaz y veloz, toda la ciudad. Que atienda sin discriminar estratos sociales, en donde sin importar la gordura de la cuenta bancaria, transporte con calidad y eficiencia a las personas, logrando así que haya una menor cantidad de autos particulares, y reduciendo niveles de contaminación de todo tipo. Un servicio que todos quieran utilizar. Ese hombre sería muy bien recordado. Vaya, podría aspirar a varios Premio Nobel: de la Paz, por lograr la armonía de muchos millones; de Economía, por inventar una fórmula masiva de ahorro a nivel micro y macroeconómico de capital y recursos; de Química, por el descubrimiento para limpiar la atmósfera drásticamente; de Física, por lograr el desplazamiento de la materia de modo armónico y controlado, sin fricción (entre las personas), así como la dispersión del espacio entre las moléculas (de nuevo, personitas). En fin, un genio entre los genios.

El AGUA. El tema del momento. "¡Cuándo el destino nos alcance!" como a muchos nos gusta decir pensando el futuro. ¡¡¡El destino ya nos pasó!!! Llevamos semanas escuchando a diario en medios la escacez de agua. Que el Sistema Cutzamala no está surtiendo el volumen requerido, que ha disminuído en tanto porciento. Que habrá recortes al suministro. Que el fenómeno de El Niño en América del Sur nos está afectando. Bla Bla Bla. Son temas viejos, recurrentes. Eso ha sucedido antes. La realidad es que las presas en el centro y norte del país están en bajísimos niveles, bajos como pocas veces. Son tantas las zonas de la ciudad que no cuentan con el abastecimiento de agua. Delegaciones completas se quejan de la falta de líquido. Gente que tiene que trasladarse para tener algo de "agua" (dudando de la calidad). Pedidos y pedidos se realizan de pipas para abastecer zonas (¿y las pipas de dónde toman el agua? Me temo que el nivel de corrupción en esto es inmenso...) El problema apenas empieza creo yo. Esto seguramente se va a poner color de hormiga.
Dicen que las migraciones masivas se presentarán por falta de este recurso. Imaginen lo que representaría que millones de personas comenzaran a desplazarse de una seca y desprovista Ciudad de México a, no sé, Veracruz por ejemplo, por tener "exceso" de agua potable. ¿Cómo haría Veracruz para en un muy corto plazo tener los medios para sostener a varias veces su población actual? La de problemas sociales que aparecerían. Crisis tras crisis.
La distribución "inequitativa" del agua, dicen los gobernantes. ¿No sería más lógico pensar en la distribución inequitativa de la población en el país? Alrededor del 40% de la población nacional está en el centro. ¿Cómo esperan que eso sea viable para la sustentabilidad de la zona?

Pero la gente sigue llegando al DF. Las oportunidades que no tienen en su lugares de origen esperan encontrarlas aquí. "El sueño mexicano" como le digo yo. Llega y llega gente, y ¡sorpresa! no existen los árboles de la oportunidad que los dioses prometieron. ¿Qué les queda? Buscar los medios para sobrevivir.
¿Cómo? Ambulantaje es una posibilidad. Zares del mercado negro siempre necesitan de soldados que les ayuden a vender mercancía. Entre más, mucho mejor, sobre todo cuando tienen a buena parte de nuestras autoridades de su lado para poder hacerlo. Y no pagan un centavo de impuestos. Solo una que otra mordida ocasional. Todos contentos.
Mendigar las esquinas. Acabo de recibir un correo en donde se calculaba cuando podía recaudar una persona al pedir limosna en las calles. El número más austero se acercaba a los quince mil pesos al mes, y sin trabajar más de 4 horas diarias (¿trabajar será el término?) Nada mal, ¿no? Mucho mejor de lo que puede ganar un profesionista. ¡Qué tristeza!
Una más. Delinquir. Es un gran negocio. El porcentaje de denuncias es prácticamente inexistente (8%). Y tiene un plus, puedes "ayudar" a la ciudad eliminando gente. Es exasperante como cuando nos enteramos que a un conocido lo asaltaron y le quitaron todo, decimos "da gracias a Dios que no te golpearon" o la mejor "menos mal solo fueron por la lana, sigues con vida..." ¿¿¿Perdón??? Me parece imposible que pensemos así. Se me desgarra el alma. Vivimos en un constante estado de paranoia. Vamos por la ciudad esperando no ser el siguente de la larga lista estadística de asaltos con violencia, secuestros o muertes. ¿Hasta cuándo lo vamos a permitir?

DF. El ombligo de la república. Me revuelco de risa (y coraje) cuando recuerdo por ejemplo que la Secretaria de Marina está en el DF (la enorme flota defendiendo las costas de Xochimilco, Cuemanco y Texcoco, ¡venga valientes!) Añoro tanto el día que el gobierno decida establecer a las secretarías donde corresponde de acuerdo a su actividad, y se distribuyan los poderes y los recursos en donde deben o necesitan estar, detonando nuevos centros de desarrollo y oportunidades. Al mismo tiempo, el saturado DF, empezará a respirar un poco más tranquilo y recobrará la vida que un día tuvo.

Los que puedan salir de aquí, háganlo. Busquen una mejor calidad de vida. Un lugar donde puedan estar en paz, no esperando que algo malo suceda. Un lugar donde la vida no sea un caos. Ayúdense y ayuden a los que no tienen la posibilidad o la decisión de irse. Todos aquí se los agradecerán en silencio. Probablemente la pasen mucho, pero mucho mejor. Los que permanezcan, serán guardianes de la locura a la que parecen están acostumbrados. La defenderán hasta que sea ella, la que termine con ellos, pero con la esperanza que les quede algo, una brisa de aliento, para retomar o reiniciar su vida fuera del manicomio más grande del mundo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Cuando el cangrejo se vuelve inmortal

Me divierte mucho como a todos cuando nos preguntan entre semana como estamos, parecería que nos ponen "play" para automáticamente y rapidito contestar "¡hasta el tope de trabajo!" "¡en friega!" "¡te marco en dos minutos!" (minutos que claro, tienen la capacidad de alargarse tanto como días. Lo que daríamos porque realmente pudiéramos estirar el tiempo) "pfff... cansado, tengo mil cosas qué hacer..."
¿Pero saben qué? Señor@s, ¡no nos hagamos! Invertimos todos una cantidad considerable de tiempo de nuestros días laborales a pensar en la inmortalidad del cangrejo.
Nos dedicamos a revisar nuestra constantemente saturada cuenta de correo electrónico. Si en esta actividad solamente pusiéramos atención a los correos relacionados al trabajo, bueno. Pero no, revisamos antes que esos, los correos de amigos, familiares, y hasta desconocidos. Si llega uno con video, ¡Oh, maravilla! Nos harán reflexionar, descrifrar un código secreto, calcular un número infinito para poder agregarte a una lista eterna de personas en el mundo que lo lograron (¿y para qué? Presumir a tus contactos que estás en la lista, ¡claro!). Reiremos con muchos (silenciosamente claro, no queremos que el jefe vea que perdemos el tiempo) viendo como un mono se pseudo infarta al descubrirse en un espejo (pobre animalito, ¿se habrá visto tan feo?) o tantos videos de patinetos que se revientan los KIWIS contra un barandal haciendo un "ollie" (o como se escriba...). Pegaremos un brinco de nuestras sillas porque algún "amigo" nos envía una imagen donde tienes que encontrar algo y ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!! sale la cara de un demonio gritón, que mínimo, nos hizo sentir agujas en la piel, o tronarnos un airecillo sureño.
Luego, ya habiendo constestado lo importante, y tararearle a un cliente/ proveedor una mentada de madre con las uñas en el escritorio por un mail non grato de trabajo, FACEBOOK.

Oh, Facebook. El mejor invento para enterarte de todo lo que no debes de enterarte de la gente. El cotilleo virtual por excelencia.
"Sí, hola, soy Toño... ("hoooolaaaa Toñooooo" contesten por favor)... y soy adicto al "faisbuq"". Que divertido enterarte que Austraberta no puede dormir, que Elodoro abrió una galleta de la suerte y le dijeron que tenía un problema gastrointestinal (esas galletas tan acertadas, ¡qué bárbaras!), que Jennifer Xochitl está en una relación, y luego ya no, y que siempre sí, bueno, mejor no (pobre J.X. que le den paz interna...) Interminables ejemplos de como el status de alguien se modifica, y ahí estamos todos para comentar públicamente.
Los álbumes de fotos. Nooooo buenooooo, hermoso tesoro para la curiosidad galopante: el poder meterte a un álbum que probablemente ni siquiera agregó uno de tus "amigos" (contactos por favor, no nos h"ááá"gamos p...dejos, muchos no sabemos ni quienes son, o son conocidos de esa época Montessori que ya ni recordamos nuestras monadas) pero que por el solo hecho de haberlo "taggeado" ¡POOF! ya entramos a la vida de alguien que ni conocemos (y probablemente, ni conoceremos). Pero, si las quitaran, nos da un soponcio mayor.
Los juegos de FB no tienen precio. Imagino que lo que los programadores quieren es generar una raza sin dinero, pero RE buenos para poder escribir más rápido que la mejor mecanógrafa, para vencer a una calculadora en cálculo de operaciones básicas, para comprar y vender gente (¿se fijan? La trata de blancas (y no tan blancas) ya está en todos lados, es un viru (...singular de un conjunto de viru que forman virus...)) Miles de cosas tiene esto que nos tienen absortos en la pérdida de tiempo. (ahora quieren destronar a FB con Twitter... omito comentario)

Nos llega la culpa por supuesto. Tenemos ya que ponernos a trabajar. Nos levantamos por el cafecito, a los que se nos permite y nos gusta, prendemos el cigarro. Abrimos los archivos, y a trabajar. Pero el cangrejo nunca se va. Constantemente te observa, mientras se lava la boca con las pinzas, para ver en que momento lo verás a los ojos, y volverás a pensar a que velocidad está pasando el viento fuera de tu ventana, o cuantos vellos tienes en el brazo izquierdo.
Nos llama un amig@, mamá, pretens@. Recordamos que tenemos que buscar algo en internet que poco tiene seguramente que ver con el trabajo. Vamos al baño cual octogenario con problemas serios de próstata o mujer embarazada pasando la semana 52, cotorreas con la gente de tu trabajo, avientas papelitos, inventas cumpleaños para comer pastel y seguir cotorreando, en fin... ejemplo vario.

Y así es durante todo el día, vamos perdiendo por intervalos el tiempo. Poco a poco sumamos. El resultado cada quien lo sabe. Saquen el Abaco, no cuesta nada. Ah, pero como nos gusta decir que estamos atiborrados de cosas que hacer.
Pude haber comentado de como valoramos la inmortalidad de nuestro amigo crustáceo durante los fines de semana, nuestro preciado tiempo de "descanso". Resulta impactante que hasta en esos momentos, perdemos el tiempo, pero los ejemplos son tantos, que no terminaría nunca.

En mi opinión, creo que es normal que suceda esto. No somos máquinas, creo que nadie soportaría estar literal todo el día en tensión, trabaje, trabaje y trabaje, sin distraerse un solo momento. ¡Reventaríamos cual nalgas de jabón! (si les dicen pompas a las nalgas, ¿por qué no nalgas a las pompas? Sinónimo válido, creo yo) Y no queremos llegar a ese momento en que tenemos que decidir entre cuerda, pastilla, bala o volar desde la azotea, ¿verdad?

Momento de reflexión: el ritmo de vida en las ciudades de todo el mundo se ha acelerado a tal grado, que creo es necesario divagar un poco en nuestros pensamientos. Creo que nuestra alma y mente lo exige. Saber detenernos es esencial. En los pueblos la vida es increíblemente más lenta. Los citadinos nos quejamos de ellos, decimos que como es posible que no les corra prisa. Y ellos, se quejan de los citadinos, dicen que traemos "el cohete en la cola" y no nos quieren cerca. Creo que como seres urbanos, tenemos que aprender a bajar el ritmo. Insisto, no somos máquinas. Para eso se han inventado máquinas, instrumentos que ayuden a las tareas, cualquiera que esa sea. Pero hasta las máquinas fallan, ¿no? No debemos permitir que nosotros fallemos marcando un interno "error fatal" y tener que reiniciar. Demos equilibrio a nuestro día, a nuestra vida.

La vida no es solo trabajar, producir, proveer en lo material. Otorguemos a nuestro mundo una balanza de nosotros mismos, en donde el trabajo tenga su lugar, siendo efectivo y fructífero, pero donde la calidad de nuestro interior se exteriorice con nosotros y con los nuestros en cada momento. El crecimiento también debe ser interior. Seamos capaces de valorar esos pequeños instantes en los que traemos al presente el recuerdo de las risas con un amigo, el amor de pareja mientras lo único que está ahí es la respiración del otro al mismo ritmo. El presente es lo único que existe en realidad. No corramos por llegar al futuro, llega sin falta.

Saber tomar tiempo del día para hacer lo que uno quiere, y ser pleno al hacerlo, no tiene precio. Descansemos de esa enrutinada cadencia llamada trabajo, y busquemos más, pero mucho más, la calidad de vida que nos merecemos. Busquemos siempre la calma para pensar, en la inmortalidad del cangrejo.

lunes, 17 de agosto de 2009

Hell's Moth Part II: The Moth War

... SIGO...

Regreso a mi dilema. Estuve un rato desde afuera de mi recámara (con la puerta cerrada por supuesto) deliberando si entraba, y enfrentaba mi creciente terror, para tratar de abrir la ventana y sacar a esa cosa. Claro, no hice nada. Nada más imaginaba como la mariposa se me iría encima. El sonido de esas alas malévolas revoloteando cerca me pone muy mal (mientras escribo, lo pienso, y hasta rechino los dientes)
Decido darle un respiro a la guerra. Hay que replantear estrategias. Es hora de irme a dormir. Ya eran pasadas las dos. Sí, eso tardé en no hacer nada. Yo tenía que despertar a las seis treinta. Pilates me esperaba.
La batalla la ganó el pariente volador de Mum-Rah.
Picture it: Toño tratando de dormir en la sala de TV ("comando" claro), y no dejando de pensar que la mariposa seguía ahí. ¿Cómo carajos le iba a hacer en la mañana para entrar? Celular, maleta con todo listo para el gimnasio, y mis cigarros se quedaron ahí (¿pueden creer que una mariposa logró que dejara de fumar?) ¿Qué pensaban? ¿Qué en mi histeria iba a tener tiempo de detenerme a pensar, y con calma, agarrar mis triques? ¡Mi vida estaba en peligro!
Maldormí tres horas. Digamos que el mobiliario de mi sala de TV no está hecho para dormir. Me sentí conejo en caja de cerillos. Parecía códice maya. Y en cuanto desperté, pánico absoluto. Moth-Rah seguía aquí.
Agarro mi arma. Abro la puerta. Enciendo las luces, y...

Nada.

¡No estaba! Había algo que me aterraba. El color de la bestia. Era exactamente del color de la cabecera de mi cama. Podía estar ahí, perfectamente mimetizada, a escasos centímetros, acechándome cual león a gacela. Todavía intrigado de donde estaría, entro, agarro mi ropa, salgo disparado para vestirme en un segundo (si me iba a atacar, que fuera al menos pseudo protegido) Decido volver por el celular, y me llega un pensamiento helado "¡está debajo de la cama!" He pegado un brinco arriba del colchón cual Cirque du Soleil. Ahora me río. En ese momento el corazón se me salía por las orejas. ¿Dónde estaba maldita maldición?
Entro al baño. Empiezo a cepillarme los dientes. Estaba más concentrado en "vuelta en el sentido del reloj, vuelta vuelta, 17... 18... 19... el otro lado... "shucu shucu shucu"... volteo a la puerta, que da a mi vestidor y... ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!! (bueno, sonó más como grraaajjhhh, estaba con la pasta en la boca) Ahí estaba la mariposa, prensada a una de mis camisas. La vi con todo detalle: del tamaño de mi mano, café obscura, antenas enormes y peludas, inmóvil. Pasé literal a escasos 10 centímetro de ella, y no la vi. Sentí morir.
¿Recuerdan la escena de El Exorcista de la niña bajando la escalera en arco estilo gimnasta artística con listones? Pues así me escurrí por el piso, viendo hacia arriba para ver si esa cosa empezaba a volar.
Ya desde el otro lado de mi recámara, abro la ventana. Con lanzallamas escobero en mano izquierda, escudo toallero en la derecha, decido atacar. Me subo a la cama, y en el borde izquierdo, avalanzo la escoba. Sabía que por estar la mariposa sostenida de la ropa, no le iba a pegar, ya que primero movería los ganchos. No importa. Me la juego, muy valiente.
¡SWOOOOSH! Vuela la escoba, vuela mi enemigo, y vuelo yo de la cama gritando, desesperado por escapar. Valiente... ¡sí como no! La veo de nuevo volar para todos lados. Desaparece.
Me sentía derrotado, histérico y sumamente aterrorizado. Medio me asomo tratando de ver donde estaba. ¡Nada! La maldita además es experta en el dominio de la invisibilidad.
Otra batalla perdida. Insecto 2, humano 0.
Era momento de decidir terminar con esto. Y así fue. Cerré de nuevo la puerta, agarré mis cosas, y me largué al gimnasio. Sensato creo yo. Pilates me calmaría. No me calmó, solo me cansó.
No hubo un solo momento del día que no pensara que la mariposa seguía en mi recámara, y que tendría que reanudar la guerra en la tarde. Pero ahora, tendría dos ventajas mayores sobre ella. Luz. Vería perfecto todo. Esas cosa no se mueve de día. El Día D llegó. Ah, la otra ventaja. Los aliados apoyarían. El policía de mi edificio se encargaría de ella. Decidido. Yo, como Churchill, dando órdenes. (¿creían sinceramente que me enfrentaría de nuevo a eso?) ¡Nunca!

Al llegar me apadrino al uniformado. "Mire, necesito que me eche la mano. Hay algo en mi departamento a lo que verdaderamente le tengo pánico, y sé que usted podrá ayudarme." "¿Qué es jefe?" (sí, me dice jefe... solo hoy se lo paso...) "!Una mariposa negra!" Creo no necesito explicar la cara que puso el Señor Justicia, ¿verdad? Todavía tratando de disimular la risa en su cara, subimos. Le explico el campo de batalla. Entra a la recámara, yo casi desde la puerta de mi departamento, le grito "¿ya la viooooooo?" "no, jefe, ¿seguro que no la soñó?" (nada más porque lo necesitaba no le menté la madre) "No, ahí está, búsquele bien..." ... pasa un momento... (para mí eterno) "Ya la vi jefe, está detrás del buró" (automáticamente se me encueró el chino de pensar que hubiera estado acostado plácidamente, y esa cosa caminara por la pared, silenciosa, para caerme directo en la cara... me da un mal, ¡os lo juro!)
Me pide un periódico, y ahí me gané que se riera de mí porque le pregunto "¿le va a aventar el periódico encima y la matará de un pisotón?" Entre un tono bastante burloncito dice "no jefe, para envolverla y sacarla jefe". Acto seguido, sale de la recámara con el envueltito, y me dice que sí quiero verla. Saben la respuesta, sí la saben. Solo le dije "espero poder confiar que no me va a jugar la bromita de dejarla ahí, porque se va a meter en un problema conmigo, ¿mmmhhh?" De nuevo, rió el tarado.
¡Bendito sea el Señor y toda la Corte Celestial, esa cosa se fue! Pero siento que aquí sigue, lo juro. Ando paranoico que la escucharé de nuevo volar torpemente detrás de mí. No puedo relajarme. No he abierto una sola ventana en toda la noche. Creo que es más que válido. Me siento intoxicado con el enrarecido aire rico en nicotina. ¡Bah!

No importa, no vuelvo a pasar por esto. Ya dije. ¿Alguien quiere una mariposa negra del infierno envuelta para regalo?

Hell's Moth

Dicen por ahí que el ser humano es el final de la cadena animal, la punta de la pirámide. Se afirma que nuestro desarrollado cerebro es capaz de razonar y superar problemas complejos como ninguna otra especie. En fin, que somos el chicharrón que más truena.
Ayer comprobé que somos un organismo pobrísimo, chiquititititito. Una "sub"especie que es taaaaaan brillante, sumamente evolucionada, que permite que nuestro cerebro nos juegue sucio, y sea tan "chueco" el $#$""#%%& , que logra que la realidad se vaya de vacaciones por tiempo indefinido, y da entrada por la puerta grande a la psicósis y al pánico total.
Ayer viví una de las experiencias más terroríficas de mi vida. Algo parecido a ver a un avión de United viniendo de frente a mi escritorio, piloteado por un barboncito medioriental enturbantado con cara de way too many pills for breakfast, bueno. Ahora que lo pienso, estaba cercano a esto.
Ahí les va.
Estaba plácidamente en mi cama alrededor de la una de la mañana, después de haber aniquilado a un grupo de moscos que creo estaban ya listos para cenarme (maté a siete, y todos me veían desde el techo con cara de lechón tierno). Estaba ya entre medio despierto y medio dormido, en ese momentito en que yo al menos, pienso "creo que ya me estoy quedando dormido, ya como que no escucho" (bueno, ni en vigilia escucho, ¿verdad?). En eso, "CHAC CHAC CHAC CHAC" Lo primero que pensé fue que alguien se había metido en mi casa. Pero el ritmo era demasiado rápido. Ni que fuera un grupo de hobbits. "CHAC CHAC CHAC CHAC CHAC" de nuevo. Me asusté. De ese recóndito espacio de la mente donde se aloja el terror, me llegó a la cabeza mi peor temor. "¿Y sí es un bicho?" Abro un ojo, esperando no escuchar nada más, volteo como periscopio, y entre sombras, en el muro frente a mi cama... ¡¡¡UNA MARIPOSA NEGRA DESCOMUNAL!!!
Grité cual colegiala. Alcancé un tono tan agudo, que creí escuchar un perro a la distancia aullar, seguramente con los tímpanos hechos pedazos. ¿Qué hago? Lo lógico, claro. Que me tapo bajo las sábanas hasta la mollera.
Estuve buenos quince minutos deliberando que hacer, pensé por supuesto que esa cosa me iba a comer, que estaba volando encima de mí, esperando el momento para clavarme los colmillos y chuparme la vida (sí ya sé, las cosas esas ni dientes tienen, pero el terror infundado es cosa seria) Iba de un lado a otro de mi mente con tonteras como ¿qué hago? ¿cómo la mato? ¿salgo? "...qué calor hace aquí..." "mejor me duermo bajo las sábanas y ya mañana veo que hacer". Ya sé que están pensando todos. Como pensar en dormirme con eso ahí, seguro dormido me daría calor, me destaparía la cara, y en eso, esa cosa negra se iba a lanzar desde lo alto de mi cabecera a propinarme un infarto de magnitud aniquiladora, con cara de villana y riendo estruendosamente.
Decido salir de mi escondite. Me escurrí cual lombriz por la orilla del colchón, y gateando, salí de mi recámara.
Corro por una escoba (como me hubiera gustado tener un lanzallamas en el cuarto de lavado) Mientras iba, escuchaba como la mascota del Maligno seguía revoloteando por mi recámara. Decidí que no encendería una luz, todos sabemos como se alborotan. Tontas ellas, creen que es el sol. Llego a la puerta, y la veo por todos lados, rebotando y rebotando. Pensé en entrar y enfrentarla. Después de analizar que perdería seguramente la batalla, con la misma escoba, muy lentamente agarré la puerta y encerré a la méndiga.
¡Brillante!
Explico, la otra recámara del departamento tiene un balcón desde el cual se puede alcanzar la ventana de mi cuarto. Decido entonces, desde ahí, abrir la ventana, y que saliera la mariposa. Suena genial, lo sé. No me arriesgo a nada, mi miocardio intacto, cuerdas vocales sin lastimar por gritos sirenescos.
¿Pues qué creen? Error garrafal. La ventana tenía puesta el seguro. Claro, Murphy se rió hasta hacerse pipí. Yo, histérico.
NOTA: Mi moral me dice que no diga lo siguiente. Mi humor me pide que lo haga. Decidí dormir ayer "comando". En el pánico obvio no tenía tiempo de pensar en vestirme. Entonces cuando salí al balcón, Toño estaba con los kiwis al aire. Frente a mi casa hay un asilo para ancianos, y su larga fachada de recámaras da a mi fachada. Me imaginé a un ancianito con insomnio crónico caminando, tratando de recuperar el sueño (rezando el Rosario, por supuesto) cuando en eso "¡Santo Señor de los Monteros!" Un joven, con escoba en mano, tratando desesperadamente de abrir su ventana, y ¡DESNUDOOOOO! Una de dos: pensó que soy un exhibicionista de primera y ultra maniático con la limpieza, o que perdí el juicio y me creo bruja, listo para mi primer clase de vuelo en escoba. (Quiddich anyone?)
... CONTINÚA...