jueves, 26 de noviembre de 2009

¿A qué te sabe el amor?

El amor sabe a melanina apresurada, a interconexiones nerviosas alteradas por la intensidad palpable y hecha tiempo. El amor sabe a velocidad y a músculos tensos, listos para desplegar su poder de acercamiento y sensualidad.

Solo una persona que vive el amor sabe que su sabor puede ser infinito y tan diverso como la imaginación. Oportunidad de encontrar un amor acaramelado, lleno de dulce, ternura, pasión y suspiros es lo que todos esperamos, ese amor de película y miradas al horizonte.

Pero el amor se prepara con sinnúmero de ingredientes. El amor tiene la potencialidad de saber a todo.

Sabe frío cuando se está distante del origen del amor, y cuando el enojo se cuela sin medida. Sabe dulce ante la presencia del ser amado, ante el entendimiento sin palabras, la conciencia y la libertad. El amor es salado, sazonado de humor solidificado en una imperceptible capa sobre la piel, de donde se distinguen notas a desfogue y acercamiento íntimo y profundo. El amor es amargo cuando deja de ser un deleite, y se esfuma para dar pie al letargo y la apatía, al amor indigesto por los celos. El amor es agridulce ante la confrontación, ya que el amor no quiere discusiones ni rivalidades, solo quiere querer ser amor, sin más ni más. No acepta ir en un vaivén de aceptar y transgredir. El amor es agrio cuando ya no se disfruta, cuando es un amor cargado de ira o de falta de perdón, cuando es un amor que lacera en lugar de sanar.

El mejor estado del amor es lograr la mezcla perfecta de sabores, que al igual que el vino, tiene tiempos y momentos. Tiene uno que saber distinguir en el amor todas esas sútiles notas que lo vuelve el motor del mundo.

Y lo más importante es saber que sin amor, la vida no sabe a nada.

lunes, 23 de noviembre de 2009

... Gracias por hacerme esperar...

Solo quiero compartir con ustedes que me encuentro en mi oficina esperando una confirmación de pedido. Ya me encontraba prácticamente en la puerta, dispuesto a irme a quemar el abrigo integrado que tengo en el cuerpo bajo la piel, y me levantaron bandera amarilla. Espero sentado viendo hacia la ventana, y ahora agradezco que me detuvieran aquí, ya que estoy encantado viendo un chilango atardecer. Parece ya un raro acontecimiento cuando en esta caótica ciudad nos detenemos a observar, a respirar, a sonreír, y dar gracias por estar vivos.

La rutina diaria de cada uno de los locos que habitamos orgullosamente este monstruo de concreto y mala infraestructura nos ha privado de estos detalles. Ver como el cielo perfilado por un horizonte de edificios que comienzan a encenderse (tristemente no por palmeras o montañas) se va transformando de un azul cielo intenso a un apagado azul con tonos de amarillo, para luego dar lugar a un precioso naranja blancusco, todo salpicado el día de hoy por presurosas nubes aborregadas que nos miran desde arriba esperando la decisión de los vientos para llegar a su nuevo destino.

Ahora comienza el juego de los violetas. Pasa de un azul rey a un ligero azul violeta. Poco a poco perdemos intensidad de colores y luminosidad. El día da una caravana final para dar entrada por la derecha a una noche que se presume clara y calma. Es una lástima que tanta iluminación artificial opaque la luz de millones de estrellas que están ahora tras bambalinas esperando nerviosas a entrar a escena, cada una coordinada para titilar de la mano de las demás.

Los atardeceres de esta última etapa otoñal siempre huelen a frío en este valle de árboles pétreos y montañas ortogonales. Sabemos que al salir sentiremos en la piel el pinchazo de frío seco, que en lo personal espero día a día. Sigo siendo un ferviente admirador de las noches frías de esta ciudad.

El sol se ha ido. Alcanzo a escuchar a un a un grillo (¡extraño es escucharlos en la ciudad!) a dúo con un perro asustadizo, ambos en sintonía con un helicóptero barítono a la lejanía. ¿Se han percatado como en esta ciudad el silencio prácticamente nunca está presente? Creo nos falta ese contraste en nuestras vidas.

Me han confirmado el pedido. Tardó el tiempo exacto para que el sol se fuera, y ahora solo queda un telón zafiro, inmenso e intenso. Veremos que nos trae este hermoso mundo el día de mañana.