viernes, 21 de agosto de 2009

Tenemos que estar locos

Un chilango está loco en esencia. No hay otro modo de calificarlo. Por nuestra locura somos odiados en casi toda la "provincia" (provincianos ódienme, sé que les provoca vómito que nos refiramos así de ustedes). Desde el interior de la república (otra para que me pateen...) se dicen las peores cosas de nosotros. Hasta calcomanías para los coches (carros, como dicen ellos) con la famosa frase "¡haz patria y mata a un chilango!" circulan por ahí.

¿Y saben qué? Cada día creo más que tienen razón en pensarlo. Motivos, muchos. Habrá que preguntarse quien en su sano juicio quisiera vivir en una ciudad como el Distrito Federal. Alrededor de veinte millones de almas estamos aquí, incluyendo al área metropolitana claro. Considero poco probable que, bajo estándares internacionales, se pueda decir que una persona tiene una gran calidad de vida en un lugar tan atiborrado. ¿Y cómo tenerla?

Somos una enorme plancha de concreto. Parece que de la tierra crece grava y cemento en lugar de pasto. Decimos que ya no podemos crecer más, pero seguimos y seguimos. Grandes desarrollos de vivienda que parecen un brote de influenza siguen asfixiando la zona conurbada, ahogando los servicios básicos. Además, nadie sabe en donde van a parar. Recuerdo a un maestro de urbanismo que tuve en la carrera que decía que aunque existieran barreras geográficas fuertes, como el caso de la zona de montañas del DF hacia occidente, no importaría, y habría el modo que un día Toluca por ejemplo, fuera parte de la mancha urbana de este monstruo. Y creo ya no estamos lejos. Recorriendo esa carretera es realmente ya muy poco lo que uno puede observar de tramos vírgenes. Cuernavaca y Puebla son otro ejemplo. El Ajusco y las montañas del sur, así como nuestros vigilantes volcanes (bueno, mejor nosotros los vigilamos a ellos. No vayan a darnos un sustito al oriente nos limitan. Querétaro por distancia creo no está en juego (...creo...). Pero los Indios Verdes no son un límite. Hacia el noreste de la ciudad tenemos montañas, pero son pequeños cerritos comparando con el oeste y el sur. Seguramente un día muy orgullosos leeremos "Conozca el nuevo desarrollo exclusivo de vivienda del Distrito Federal. La nueva Wisteria Lane. Pachuca". ¡No es ficción señor@s!
¿Llegará el día en que chilangos, pipopes, tolucos, tuzos y guayabos (investigué y parece que así se les dice a los de Cuernavaca) seamos una misma cosa? ¿Una misma ciudad? ¿Cómo nos llamarían? Se me ocurren varias alternativas. Chi.pi.gua.tu.to's... Pi.ya.lan.to.tu's... Tu.chi.gua.pi.to... Chi.tu.gua.tu.pi's... Chilangos y "anexos" (ja ja ja, sigan odiándome)

Los medios públicos de transporte son claramente insuficientes. Nuestro H. Jefe de Gobierno sigue plantando líneas de Metrobus por doquier. No es mala idea, pero ojalá fueran planeadas en avenidas con carriles y dimensiones suficientes, y no como la primera línea sobre Insurgentes. Ya con el carril definido para el bus rojo que viene y va, viene y va, viene y va, dejó dos carrilitos, en donde claro, metieron los tres de nuevo. Sientes que perfectamente puedes platicar con el del coche de junto, tocarle el hombro y encender su cigarro. No quiero imaginar lo que un chofer primerizo o una dulce viejecilla siente al manejar por ahí. Seguro va gritando aterrorizado todo el tiempo, esperando el "jjjjjjjjjjjggggggrrrrrrrrrrrrr" del coche embarrado en su puerta. Te bajas con los dientes trabados y las manos engarrotadas al volante. Antes nos quejábamos que Viaducto era estrecho. ¡No, qué va! Ahora lo percibes como autopista (dícese freeway) gringa cuando ya circulaste en cualquier avenida que incluye metrobus.

Es sumamente triste saber que hay personas que tardan más de tres horas en trasladarse de sus hogares en las afueras de la ciudad a sus centros de trabajo (!y eso es solo one way!) Trayectos de no más de 40 kilómetros como máximo. Invierten más de la cuarta parte del día en trasladarse, atiborrados por supuesto, tanto de vehículos como de gente. Y luego las empresas se cuestionan el bajo rendimiento de sus empleados. ¿Cómo puede ser alto si vienen exhaustos, hartos, enojados, fastidiados?
Siento un huequito en el pecho cuando veo micros, autobuses y el Metro de la ciudad a reventar. Parecería que en cualquier momento borboteará gente de las ventanas, que saldrá disparado hacia un poste el pobre que le tocó ir en la puerta del vehículo, o que se vencerán los ejes del mismo por el peso de los pasajeros. ¡Qué falta de humanidad! Hasta respirar cuesta en esas condiciones.
Añoro que llegue el día en que tengamos un gobernante que dé alma, vida y corazón por dar a la ciudad un servicio público de transporte que sea ejemplo para el mundo. Un servicio que recorra eficaz y veloz, toda la ciudad. Que atienda sin discriminar estratos sociales, en donde sin importar la gordura de la cuenta bancaria, transporte con calidad y eficiencia a las personas, logrando así que haya una menor cantidad de autos particulares, y reduciendo niveles de contaminación de todo tipo. Un servicio que todos quieran utilizar. Ese hombre sería muy bien recordado. Vaya, podría aspirar a varios Premio Nobel: de la Paz, por lograr la armonía de muchos millones; de Economía, por inventar una fórmula masiva de ahorro a nivel micro y macroeconómico de capital y recursos; de Química, por el descubrimiento para limpiar la atmósfera drásticamente; de Física, por lograr el desplazamiento de la materia de modo armónico y controlado, sin fricción (entre las personas), así como la dispersión del espacio entre las moléculas (de nuevo, personitas). En fin, un genio entre los genios.

El AGUA. El tema del momento. "¡Cuándo el destino nos alcance!" como a muchos nos gusta decir pensando el futuro. ¡¡¡El destino ya nos pasó!!! Llevamos semanas escuchando a diario en medios la escacez de agua. Que el Sistema Cutzamala no está surtiendo el volumen requerido, que ha disminuído en tanto porciento. Que habrá recortes al suministro. Que el fenómeno de El Niño en América del Sur nos está afectando. Bla Bla Bla. Son temas viejos, recurrentes. Eso ha sucedido antes. La realidad es que las presas en el centro y norte del país están en bajísimos niveles, bajos como pocas veces. Son tantas las zonas de la ciudad que no cuentan con el abastecimiento de agua. Delegaciones completas se quejan de la falta de líquido. Gente que tiene que trasladarse para tener algo de "agua" (dudando de la calidad). Pedidos y pedidos se realizan de pipas para abastecer zonas (¿y las pipas de dónde toman el agua? Me temo que el nivel de corrupción en esto es inmenso...) El problema apenas empieza creo yo. Esto seguramente se va a poner color de hormiga.
Dicen que las migraciones masivas se presentarán por falta de este recurso. Imaginen lo que representaría que millones de personas comenzaran a desplazarse de una seca y desprovista Ciudad de México a, no sé, Veracruz por ejemplo, por tener "exceso" de agua potable. ¿Cómo haría Veracruz para en un muy corto plazo tener los medios para sostener a varias veces su población actual? La de problemas sociales que aparecerían. Crisis tras crisis.
La distribución "inequitativa" del agua, dicen los gobernantes. ¿No sería más lógico pensar en la distribución inequitativa de la población en el país? Alrededor del 40% de la población nacional está en el centro. ¿Cómo esperan que eso sea viable para la sustentabilidad de la zona?

Pero la gente sigue llegando al DF. Las oportunidades que no tienen en su lugares de origen esperan encontrarlas aquí. "El sueño mexicano" como le digo yo. Llega y llega gente, y ¡sorpresa! no existen los árboles de la oportunidad que los dioses prometieron. ¿Qué les queda? Buscar los medios para sobrevivir.
¿Cómo? Ambulantaje es una posibilidad. Zares del mercado negro siempre necesitan de soldados que les ayuden a vender mercancía. Entre más, mucho mejor, sobre todo cuando tienen a buena parte de nuestras autoridades de su lado para poder hacerlo. Y no pagan un centavo de impuestos. Solo una que otra mordida ocasional. Todos contentos.
Mendigar las esquinas. Acabo de recibir un correo en donde se calculaba cuando podía recaudar una persona al pedir limosna en las calles. El número más austero se acercaba a los quince mil pesos al mes, y sin trabajar más de 4 horas diarias (¿trabajar será el término?) Nada mal, ¿no? Mucho mejor de lo que puede ganar un profesionista. ¡Qué tristeza!
Una más. Delinquir. Es un gran negocio. El porcentaje de denuncias es prácticamente inexistente (8%). Y tiene un plus, puedes "ayudar" a la ciudad eliminando gente. Es exasperante como cuando nos enteramos que a un conocido lo asaltaron y le quitaron todo, decimos "da gracias a Dios que no te golpearon" o la mejor "menos mal solo fueron por la lana, sigues con vida..." ¿¿¿Perdón??? Me parece imposible que pensemos así. Se me desgarra el alma. Vivimos en un constante estado de paranoia. Vamos por la ciudad esperando no ser el siguente de la larga lista estadística de asaltos con violencia, secuestros o muertes. ¿Hasta cuándo lo vamos a permitir?

DF. El ombligo de la república. Me revuelco de risa (y coraje) cuando recuerdo por ejemplo que la Secretaria de Marina está en el DF (la enorme flota defendiendo las costas de Xochimilco, Cuemanco y Texcoco, ¡venga valientes!) Añoro tanto el día que el gobierno decida establecer a las secretarías donde corresponde de acuerdo a su actividad, y se distribuyan los poderes y los recursos en donde deben o necesitan estar, detonando nuevos centros de desarrollo y oportunidades. Al mismo tiempo, el saturado DF, empezará a respirar un poco más tranquilo y recobrará la vida que un día tuvo.

Los que puedan salir de aquí, háganlo. Busquen una mejor calidad de vida. Un lugar donde puedan estar en paz, no esperando que algo malo suceda. Un lugar donde la vida no sea un caos. Ayúdense y ayuden a los que no tienen la posibilidad o la decisión de irse. Todos aquí se los agradecerán en silencio. Probablemente la pasen mucho, pero mucho mejor. Los que permanezcan, serán guardianes de la locura a la que parecen están acostumbrados. La defenderán hasta que sea ella, la que termine con ellos, pero con la esperanza que les quede algo, una brisa de aliento, para retomar o reiniciar su vida fuera del manicomio más grande del mundo.

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