miércoles, 19 de agosto de 2009

Cuando el cangrejo se vuelve inmortal

Me divierte mucho como a todos cuando nos preguntan entre semana como estamos, parecería que nos ponen "play" para automáticamente y rapidito contestar "¡hasta el tope de trabajo!" "¡en friega!" "¡te marco en dos minutos!" (minutos que claro, tienen la capacidad de alargarse tanto como días. Lo que daríamos porque realmente pudiéramos estirar el tiempo) "pfff... cansado, tengo mil cosas qué hacer..."
¿Pero saben qué? Señor@s, ¡no nos hagamos! Invertimos todos una cantidad considerable de tiempo de nuestros días laborales a pensar en la inmortalidad del cangrejo.
Nos dedicamos a revisar nuestra constantemente saturada cuenta de correo electrónico. Si en esta actividad solamente pusiéramos atención a los correos relacionados al trabajo, bueno. Pero no, revisamos antes que esos, los correos de amigos, familiares, y hasta desconocidos. Si llega uno con video, ¡Oh, maravilla! Nos harán reflexionar, descrifrar un código secreto, calcular un número infinito para poder agregarte a una lista eterna de personas en el mundo que lo lograron (¿y para qué? Presumir a tus contactos que estás en la lista, ¡claro!). Reiremos con muchos (silenciosamente claro, no queremos que el jefe vea que perdemos el tiempo) viendo como un mono se pseudo infarta al descubrirse en un espejo (pobre animalito, ¿se habrá visto tan feo?) o tantos videos de patinetos que se revientan los KIWIS contra un barandal haciendo un "ollie" (o como se escriba...). Pegaremos un brinco de nuestras sillas porque algún "amigo" nos envía una imagen donde tienes que encontrar algo y ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!! sale la cara de un demonio gritón, que mínimo, nos hizo sentir agujas en la piel, o tronarnos un airecillo sureño.
Luego, ya habiendo constestado lo importante, y tararearle a un cliente/ proveedor una mentada de madre con las uñas en el escritorio por un mail non grato de trabajo, FACEBOOK.

Oh, Facebook. El mejor invento para enterarte de todo lo que no debes de enterarte de la gente. El cotilleo virtual por excelencia.
"Sí, hola, soy Toño... ("hoooolaaaa Toñooooo" contesten por favor)... y soy adicto al "faisbuq"". Que divertido enterarte que Austraberta no puede dormir, que Elodoro abrió una galleta de la suerte y le dijeron que tenía un problema gastrointestinal (esas galletas tan acertadas, ¡qué bárbaras!), que Jennifer Xochitl está en una relación, y luego ya no, y que siempre sí, bueno, mejor no (pobre J.X. que le den paz interna...) Interminables ejemplos de como el status de alguien se modifica, y ahí estamos todos para comentar públicamente.
Los álbumes de fotos. Nooooo buenooooo, hermoso tesoro para la curiosidad galopante: el poder meterte a un álbum que probablemente ni siquiera agregó uno de tus "amigos" (contactos por favor, no nos h"ááá"gamos p...dejos, muchos no sabemos ni quienes son, o son conocidos de esa época Montessori que ya ni recordamos nuestras monadas) pero que por el solo hecho de haberlo "taggeado" ¡POOF! ya entramos a la vida de alguien que ni conocemos (y probablemente, ni conoceremos). Pero, si las quitaran, nos da un soponcio mayor.
Los juegos de FB no tienen precio. Imagino que lo que los programadores quieren es generar una raza sin dinero, pero RE buenos para poder escribir más rápido que la mejor mecanógrafa, para vencer a una calculadora en cálculo de operaciones básicas, para comprar y vender gente (¿se fijan? La trata de blancas (y no tan blancas) ya está en todos lados, es un viru (...singular de un conjunto de viru que forman virus...)) Miles de cosas tiene esto que nos tienen absortos en la pérdida de tiempo. (ahora quieren destronar a FB con Twitter... omito comentario)

Nos llega la culpa por supuesto. Tenemos ya que ponernos a trabajar. Nos levantamos por el cafecito, a los que se nos permite y nos gusta, prendemos el cigarro. Abrimos los archivos, y a trabajar. Pero el cangrejo nunca se va. Constantemente te observa, mientras se lava la boca con las pinzas, para ver en que momento lo verás a los ojos, y volverás a pensar a que velocidad está pasando el viento fuera de tu ventana, o cuantos vellos tienes en el brazo izquierdo.
Nos llama un amig@, mamá, pretens@. Recordamos que tenemos que buscar algo en internet que poco tiene seguramente que ver con el trabajo. Vamos al baño cual octogenario con problemas serios de próstata o mujer embarazada pasando la semana 52, cotorreas con la gente de tu trabajo, avientas papelitos, inventas cumpleaños para comer pastel y seguir cotorreando, en fin... ejemplo vario.

Y así es durante todo el día, vamos perdiendo por intervalos el tiempo. Poco a poco sumamos. El resultado cada quien lo sabe. Saquen el Abaco, no cuesta nada. Ah, pero como nos gusta decir que estamos atiborrados de cosas que hacer.
Pude haber comentado de como valoramos la inmortalidad de nuestro amigo crustáceo durante los fines de semana, nuestro preciado tiempo de "descanso". Resulta impactante que hasta en esos momentos, perdemos el tiempo, pero los ejemplos son tantos, que no terminaría nunca.

En mi opinión, creo que es normal que suceda esto. No somos máquinas, creo que nadie soportaría estar literal todo el día en tensión, trabaje, trabaje y trabaje, sin distraerse un solo momento. ¡Reventaríamos cual nalgas de jabón! (si les dicen pompas a las nalgas, ¿por qué no nalgas a las pompas? Sinónimo válido, creo yo) Y no queremos llegar a ese momento en que tenemos que decidir entre cuerda, pastilla, bala o volar desde la azotea, ¿verdad?

Momento de reflexión: el ritmo de vida en las ciudades de todo el mundo se ha acelerado a tal grado, que creo es necesario divagar un poco en nuestros pensamientos. Creo que nuestra alma y mente lo exige. Saber detenernos es esencial. En los pueblos la vida es increíblemente más lenta. Los citadinos nos quejamos de ellos, decimos que como es posible que no les corra prisa. Y ellos, se quejan de los citadinos, dicen que traemos "el cohete en la cola" y no nos quieren cerca. Creo que como seres urbanos, tenemos que aprender a bajar el ritmo. Insisto, no somos máquinas. Para eso se han inventado máquinas, instrumentos que ayuden a las tareas, cualquiera que esa sea. Pero hasta las máquinas fallan, ¿no? No debemos permitir que nosotros fallemos marcando un interno "error fatal" y tener que reiniciar. Demos equilibrio a nuestro día, a nuestra vida.

La vida no es solo trabajar, producir, proveer en lo material. Otorguemos a nuestro mundo una balanza de nosotros mismos, en donde el trabajo tenga su lugar, siendo efectivo y fructífero, pero donde la calidad de nuestro interior se exteriorice con nosotros y con los nuestros en cada momento. El crecimiento también debe ser interior. Seamos capaces de valorar esos pequeños instantes en los que traemos al presente el recuerdo de las risas con un amigo, el amor de pareja mientras lo único que está ahí es la respiración del otro al mismo ritmo. El presente es lo único que existe en realidad. No corramos por llegar al futuro, llega sin falta.

Saber tomar tiempo del día para hacer lo que uno quiere, y ser pleno al hacerlo, no tiene precio. Descansemos de esa enrutinada cadencia llamada trabajo, y busquemos más, pero mucho más, la calidad de vida que nos merecemos. Busquemos siempre la calma para pensar, en la inmortalidad del cangrejo.

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