sábado, 12 de diciembre de 2009

Dolor de mis dolores

Traten de imaginar estos escenarios divertidos: que han comido un poco de peyote, que se han fumado un churrito de la buena, que están aprendiendo a fumar cigarritos, o que se han puesto una borrachera de campeonato. Todos ellos conocidos como alteradores de realidad.

Bajo todos esos escenarios tu realidad se puede ver distorsionada en mayor o menor medida. El peyote te lleva al infinito y más allá (Buzz Lightyear "Toy Story". No me vayan a demandar por plagio...). La motita (la hierba, no la goma de mascar) pues te pone riiiiiiiicoooooooooooooooo, relajadiiiiiiitoooooooooo, con sensibilidad y sentidos al tope, malviajados porque el tiempo ahora no pasa, y los minutos se sientes como horas, con hambre atroz y azotándote de la risa contra piso y paredes (claro, si el letargo no te ha dejado inmovilizado formando parte del capitonado del sillón). El cigarrito te marea y te sientes como raro, y como un adulto, porque ya eres “gente grande". Y el alcohol bueno, todos sabemos sus múltiples efectos, que van desde el compañerismo incondicional, el amor por el prójimo, el descubrimiento de nuevos familiares (...”¡eres mi hermano del alma!”...) el patinado de lengua, la euforia, la distorsión visual que te transporta a un mundo lleno de personas hermosas en donde los feos ya no existen más, el enojo sin sentido encaminado a partirte la crisma con la columna (o con algún otro borracho) o la conocida "coronación momentánea", ya que te acercas tanto al trono, y lo abrazas con tanto amor, que prácticamente lo hueles, y no quieres dejarlo ir.

Ahora imaginen que su realidad puede verse alterada de un momento a otro, en cosa de un segundo. Pero lo maravilloso es que no requiere de elementos externos. No tienes que comer, fumar o tomar nada. Es interno. No genera adicción. Todo está dentro de tí. ¡Oh, maravilla de maravillas! El sueño de muchos.

Tiene un abanico de alteraciones amplio. En la parte sensorial puedes: observar destellos de luz maravillosos, en los que cantidad de puntos de colores diversos se acercan y alejan en un baile silencioso. Puede además producir adormecimiento y agrandamiento de manos y pies. Sientes que tus manos crecen cual manoplas de beisbol (así se debe escribir en español), y las puntas de tus dedos sienten hasta el paso de un ligero viento. Se altera tu temperatura, donde escalofríos y bochornos aparecen sin más. Tu audición se vuelve loca, pudiendo dejar de escuchar de un lado, o de los dos, o escuchar de más. Es como si fueras de grabadora portátil de hace 25 años, que suena, luego no suena, luego suelta un agudo chillido, y luego muere. O bien como un surround sound de las mejores marcas.

Y en el ámbito mental/ funcional puedes: pensar claramente lo que quieres decir, pero lo que efectivamente sale de tu boca es un fluído serbiocroata (y no eres ni serbio ni croata), o como si fueras alumno del Maestro Yoda, cambias palabras de lugar generando sinsentidos. Puedes además experimentar el Síndrome Pompinero, ya que repites y repites y repites y repites (¿será que me está pasando?) palabras y no puedes avanzar de ahí.

Todos estos estados alterados pueden presentarse en un lapso muy corto, o durar hasta una hora. Te sientes desconcertado, confuso, quizás hasta poco angustiado. En realidad no sabes qué ocurre porque como dije, no te metiste nada para sentirte así. Pero de que te sientes raro, sí, te sientes rarísimo. Habrán algunos que de esto pidan su limosna, y ya andan pidiendo la receta. Hasta aquí todo se lee genial, ¿no creen?

Lucecitas, sensaciones, ruiditos, silencios, adormecimientos. Bob Marley, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, John Lennon, Jim Morrison (César Costa no, el era bien sanito), y tantos artistas más de la era ruda y psicodélica del rock & roll estarían formados esperando que les dijeran como lograr esto. "¡¡¡Qué buen viajeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!"

¡Tengan qué! ¡La tuya!

Todo lo antes relatado es el preámbulo de lo que serán las horas más angustiantes, desesperantes, desquiciantes y retadoras de un día que hasta ese momento parecía un día más. Horas llenas de síntomas y dolor intenso, de desesperación y de sentirse al borde del llanto y la locura. Lo terrorífico de esto es que esas alucinaciones diversas y "divertidas" durarán tal vez una hora, pero este "mal viaje" del que todos querrán salir (o ni siquiera entrar), dejará un velo plagado de molestias, secuelas de dolor y de confusión, que tomará de 24 a 48 horas poder quitarte de encima.

¿Qué es esto? Les presento un ataque de MIGRAÑA.

Así es. Migraña, los que la padecen rezan porque no vuelva a presentarse, y los que tienen la fortuna de no conocerla de vivo dolor, no entienden bien que es, pero cuando escuchan los relatos de dolor, esperan que nunca su cuerpo les juegue una similar.

Hasta donde estoy al tanto (y miren que como migrañoso estoy al tanto), la medicina no sabe a ciencia cierta qué es lo que la detona, y lo peor para nosotros, es que no saben cómo prevenirla. Y no existe medicamento comprobado que elimine el dolor eficaz y de modo certero. Estudios y protocolos manifiestan que es una reacción química en el cerebro, que provoca que la red de pasos sanguíneos y vasos conectores sufran una contracción en una área determinada. Esto provoca poco paso de sangre, y es lo que produce las alteraciones arriba mencionadas. Dependiendo de la zona que se vea afectada, el síntoma preliminar que se manifiesta (visual, auditivo, motriz, escojan uno)

El problema en realidad no es esta contracción, ya que el flujo sanguíneo no se ve interrumpido. El desastre, el tsunami (surimi diría Ninel Conde) de dolor se desencadena cuando la zona contraída se libera, y el recorrido sanguíneo se normaliza. Es esta expansión súbita del vaso capilar la que como un terremoto, genera un epicentro, y una onda de choque se desplaza, como arrojar una piedra a un cuerpo de agua. Ahí es cuando sentimos morir. Cuando pedimos que alguien nos corte la cabeza, o nos den un balazo.

No existe un patrón común que se repita en las personas. Cada quien manifiesta síntomas preliminares distintos. Hay quienes dicen no presentar síntomas, otros donde son de poca importancia, o hasta los que verdaderamente tienen lapsos largos sin que llegue el dolor. Pero sabes que va a llegar, y ¡de qué manera!

Es difícil explicar el dolor de migraña. Es como explicarle a un ciego el azul del cielo. Pero verdaderamente sientes que te mueres. Es un dolor intenso, no palpitante como una cefalea común, que se clava como navajas. Los que se quejan de una jaqueca, siguen estando cortos de la intensidad de una migraña. Sé de casos donde el dolor es tal, que genera vómitos, desmayos y llanto. Te molesta todo. Bueno sería que dentro de todo este terrible cuadro, la migraña terminara con la desaparición del dolor, pero es tan intenso que necesitas más de 24 horas para sentirte bien del todo. Como le decimos, es una cruda de migraña, donde te sientes mareado, todavía con algo de dolor en la zona afectada, y en general tus reacciones se vuelven lentas, disminuye hasta tu capacidad de razonar y resolver problemas.

Y como en todo, las recomendaciones de qué tomar o qué hacer/evitar vienen de todos lados. Creo que todos conocen a personas que sufren de migraña. Y todos los que las sufrimos, hemos intentado todo para evitarlas, o para ya en el caso que inició la cadena de síntomas, hacer hasta lo imposible para mitigar de alguna manera el dolor. Respirar en una bolsa para aumentar los niveles de dióxido de carbono, ingerir cantidades brutales de cafeína, evitar comer ciertos alimentos, por nombrar algunos.

En experiencia personal, un neurólogo que vi hace años me pidió llevar un registro de mis ataques, en donde anotara la frecuencia con que me daba (en esos años llegaba a tener migraña hasta dos veces por semana), y las cosas que comía en esos días, todo para encontrar un común denominador. No logramos nada concreto. Muchos dicen que el chocolate puede ser un factor, otros el café, dulce, estrés, en fin. Mucho se dice, pero la realidad es que a la fecha, no hay nada dicho. Y mientras tanto, diariamente millones de personas en el mundo sufren, sin ver todavía un punto de luz al final del túnel.

Un problema importante de las migrañas recurrentes, es que el desgaste físico y anímico es tal, que comienza a incapacitar a la persona. Poco a poco, necesitas de mayores cuidados para sobreponerte al dolor. Requieres de períodos de descanso, de detener toda actividad. Es recomendable estar en un lugar obscuro, sin ruidos en donde puedas estar relajado en espera del fin del ataque. Personalmente, tengo mi antifaz de avión y tapones para los oídos para así aislarme de todo factor que pueda molestarme cuando esto está a tope, tratando de burlar el dolor para poder dormir. Al despertar te sentirás todavía muy mal, pero habrás brincado la peor parte.

He sabido de estudios estadísticos que comprueban que la migraña llega a mermar las capacidades de la persona en lo laboral, y ocasiona bajas en rendimiento y cumplimiento de trabajo y metas. Y como no, ya que es prácticamente imposible desarrollarte normalmente en tu trabajo cuando te sientes tan mal. Necesitas descansar, tratar de dormir. Fijar la mirada genera más dolor, y en este mundo tecnológico, los monitores son balas directas para aumentar el cuadro.

No hay fallo en esto. La gente sabe (aún sin sufrirlas) lo fuerte que puede ser soportar una migraña, ya que en cualquier lugar y ante cualquier circunstancia, al escuchar que alguien tiene un ataque de esta hermosa afección, proliferan comentarios y recomendaciones “… ¡vete a tu casa!, ¿qué haces aquí? ¿Tienes como irte? ¿Quieres que te lleve? ¿Necesitas algo? ¡Respira en una bolsa!”

Puede darte en cualquier momento, y en cualquier lugar. Personalmente me ha atacado mientras manejo, y es angustiante porque sé que las lucecitas pueden llegar a ser tantas, que cuesta trabajo afocar y pierdes la noción de distancia. Cada minuto que pasa te angustias más, porque sabes que en cualquier momento llegará el dolor intenso, y sigues manejando, esperando que por milagro divino no encuentres tráfico. Sí, claro, en este monstruo escupe coches, nunca pasará. Por supuesto hoy en día siempre llevo conmigo mis pastillas con altas dosis de cafeína, que considero son las que más me han ayudado en estos momentos de terror.

“… Dolor de mis dolores, dolor mío, qué me hiciste, que no puedo comportarme ni poderme concentrar…” (un pequeño juego de cambio de palabras en el coro de “Amor de mis amores” de La Sonora Margarita, creo que queda bien, ¿no?)

A los que sufren de migrañas, estoy con ustedes, sé que puede ser terrible. Espero que encuentren finalmente el origen cierto que causa esta enfermedad tan desquiciante y sobre todo, que nos digan cómo prevenirla. Y con todo el poder de mi fe y mi corazón, en este momento espero que nunca más vuelva a pasar por esto.

Pero esta historia no termina aquí…

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